SAN CARLOS DE BARILOCHE.- El cultivo de maíz en la provincia de Río Negro está experimentando una notable expansión, transformando el panorama agrícola y ganadero de la región. En los últimos cinco años, la superficie destinada a la siembra de maíz para forraje se ha multiplicado por cinco, consolidándose como un cultivo estratégico para el desarrollo de la ganadería local.

Actualmente, se cultivan 25.000 hectáreas de maíz en Río Negro, destinadas principalmente a la alimentación del ganado vacuno y porcino. Este crecimiento ha impulsado una transformación en la forma de producir carne y leche en los valles patagónicos.

Un Círculo Virtuoso para la Ganadería

Lucio Reinoso, secretario de agricultura de Río Negro, explicó que el maíz ha permitido a los productores locales reducir su dependencia de la compra de alimentos provenientes de otras regiones. “Los productores dejaron de depender casi exclusivamente de la compra de alimento de otras regiones, generando un círculo virtuoso donde la agricultura alimenta directamente a la ganadería local”, señaló Reinoso. Esta situación ha generado un círculo virtuoso, donde la agricultura alimenta directamente a la ganadería local, reduciendo costos de flete y asegurando un abastecimiento estable y de alta calidad.

Maíz: El Cultivo que Transforma Río Negro y Alcanza las 25.000 Hectáreas
*Imagen referencial generada por IA.

El auge del maíz ha tenido un impacto profundo en el sistema productivo y el entramado social de la Patagonia, impulsando un cambio clave de una matriz agrícola dominada por la fruticultura a un modelo más diversificado e integrado con la ganadería.

Historia y Desarrollo del Cultivo de Maíz

La historia del maíz en Río Negro está estrechamente ligada al desarrollo de la agricultura bajo riego. Desde los primeros proyectos de colonización a principios del siglo XX, el cultivo dependió del manejo del agua. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó en el siglo XXI, cuando, motivados por la crisis de la fruticultura y el auge de la ganadería, los productores buscaron alternativas rentables. El maíz se redescubrió como un cultivo clave para la producción de grano y silo, fundamental para la alimentación de ganado bovino y porcino.

Superando Barreras y Adaptando Tecnologías

La consolidación del maíz no fue un proceso sencillo. Los productores y técnicos tuvieron que superar importantes barreras, como la infraestructura de riego. La modernización de los antiguos canales de tierra con sistemas presurizados, como el pivote central, fue fundamental para optimizar el uso del agua y asegurar una producción consistente, a pesar de los altos costos iniciales.

También fue necesaria una adaptación genética. La falta de híbridos específicos para el clima patagónico impulsó a productores y semilleros a colaborar para desarrollar variedades de ciclos cortos que pudieran evitar las heladas. Asimismo, se modificaron variables vinculadas a la logística y el flete: la producción local permitió generar un mercado regional, reduciendo la dependencia del maíz “importado” de otras zonas y abaratando los costos logísticos.

El conocimiento técnico también fue clave. El manejo del maíz bajo riego se convirtió en un arte, y la capacitación en el uso eficiente del agua, fertilización y control de plagas, con el apoyo de instituciones como el INTA, la Universidad Nacional de Río Negro y la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), permitió lograr rendimientos excepcionales.

Reinoso afirmó que la necesidad de producir maíz con altos rendimientos en un clima semiárido impulsó la adopción de tecnologías de vanguardia. La inversión en sistemas de riego presurizado, la incorporación de genética de alto rendimiento adaptada a la zona y el manejo de precisión se volvieron prácticas comunes en la región, beneficiando no solo al maíz, sino también a otros cultivos.

Expansión del Riego y Apoyo Gubernamental

La evolución de las nuevas áreas bajo riego en territorio rionegrino es notable: en los últimos 10 años, la superficie irrigada con pivote se incrementó un 65%, pasando de 5500 hectáreas en el 2014 a 9200 en la actualidad. Además, existen proyectos para duplicar esa superficie en los próximos cinco años, en Colonia Josefa, Negro Muerto y Guardia Mitre.

Los productores también destacan el papel estratégico del maíz como un eslabón clave en la cadena de valor de la producción de carne y leche, y el impulso que los gobiernos provinciales han dado al cultivo a través de políticas de fomento, financiamiento y jornadas de capacitación.

Un Polo Emergente de Producción Maicera

Si bien no compite en volumen con la pampa húmeda, la producción patagónica de maíz se destaca por su alta calidad y rendimiento. La región se erige como un polo emergente de la producción maicera en la Argentina, con una superficie cultivada que alcanza aproximadamente las 25.000 hectáreas en la actualidad.

La expansión de la producción de maíz está estrechamente ligada al crecimiento de la ganadería en la región: hoy, el 95% de la producción rionegrina se utiliza para la alimentación animal y el 5% restante para la exportación.

La readecuación de los modelos productivos por parte de los productores de Río Negro, que comenzaron a recriar terneros y terminarlos con nuevos modelos de engordes, también influyó en el crecimiento del sector. Antes, unos 40.000 animales terminaban el ciclo de engorde en Río Negro por año, mientras que hoy son más de 190.000 cabezas al año.

En la actualidad, en la provincia se encuentran en actividad unos 84 engordes intensivos a corral, que albergan unas 60.000 cabezas. Ese proceso motorizó una realimentación positiva en el desarrollo agropecuario: la demanda de maíz (para la terminación de los animales engordados exclusivamente en Río Negro) rondaba las 3000 hectáreas por año en 2011 y, en la actualidad, alcanza las 25.000 hectáreas.

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