El Parque Lezama, antes de adoptar su nombre actual, fue escenario de episodios significativos en la historia de la ciudad de Buenos Aires. En su obra Sobre héroes y tumbas, Ernesto Sábato presenta a su protagonista, Martín, sentado en un banco del “viejo parque”, evocando una atmósfera de melancolía.
Durante su juventud, el autor también vivió una relación distinta con el parque a través del fútbol, donde las hinchadas rivalizaban con cánticos que aludían a la frustración deportiva del adversario, como el famoso canto que mencionaba una calesita en el Parque Lezama.
Sin embargo, mucho antes de Sábato, este lugar emblemático comenzaba a forjar su historia, ligada a la llegada de los españoles. Algunos historiadores sugieren que en la barranca donde se ubica el parque, Don Pedro de Mendoza fundó la primigenia Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre el 3 de febrero de 1536.
Con el tiempo, el parque, que abarca casi 8 hectáreas, se convirtió en el epicentro de varios sucesos cruciales en los primeros siglos de Buenos Aires. En el año 1700, se establecieron barracas donde se alojaban esclavos traídos de África, organizados por la Compañía de Guinea.
En 1814, el parque fue escenario de un duelo entre dos ciudadanos chilenos, Luis Carrera y el general Juan Mackena, que terminó con la muerte de Carrera. Este evento llevó a que el Director Supremo Gervasio de Posadas decretara la pena de muerte para quienes organizaran duelos.
En 1852, el estadounidense Carlos Ridgley Horne, propietario del parque, se vio obligado a huir a Uruguay tras la confiscación de sus bienes por su cercanía al régimen de Rosas. La leyenda dice que se escapó oculto bajo un miriñaque.
La fiebre amarilla de 1858 también afectó al parque, utilizado como lazareto para atender a los enfermos. Tras la muerte de Horne en 1889, su viuda vendió el predio a la Municipalidad con la condición de que el parque conservara el nombre de su esposo, convirtiéndose en un legado perdurable.
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