Un niño de 11 años enfrenta una dura realidad al vivir en una casa de adobe ubicada en una zona rural, donde carece de electricidad y puertas. Esta situación se agrava al caer la noche, cuando el riesgo aumenta debido a la falta de seguridad y la vulnerabilidad ante posibles peligros.
La vivienda, que no cuenta con ventanas, expone al menor a condiciones climáticas adversas y a la inseguridad de su entorno. La falta de acceso a servicios básicos como la luz eléctrica limita su desarrollo y bienestar, planteando un desafío significativo tanto para él como para su familia.
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