Los perros han evolucionado durante miles de años para convertirse en nuestros mejores amigos y poseen una memoria especial para recordar momentos con sus dueños. Un claro ejemplo es Kookie, un perro mestizo que compartió numerosas aventuras con John McCown, su dueño. Juntos no solo paseaban por el parque, sino que competían en el desierto en moto en pruebas oficiales.
Kookie no era un simple acompañante, sino el copiloto de McCown. En una época donde las regulaciones son estrictas, esta pareja inusual recorría el desierto en una moto, con Kookie ajustándose a los movimientos del terreno.
La extraña pareja
En los años 60, John McCown, un carnicero de profesión, disfrutaba paseando en bicicleta con Kookie, quien se acomodaba en una cesta trasera. Sin embargo, McCown decidió dar un paso más y compró una moto todoterreno, comenzando así su aventura en competiciones de motocross, siempre acompañado por Kookie.
Un perro en la moto
En lugar de una cesta, John improvisó un asiento con una manta sobre el depósito de gasolina de sus motos Husky 400 y Ossa 175 SDR, donde Kookie se sentía cómodo. Durante sus carreras, ambos se adaptaban al terreno, Kookie inclinándose en las curvas y poniéndose de pie en los baches.
Reconocimiento y legado
Su actuación en las competiciones llamó la atención, apareciendo en la película documental ‘On Any Sunday’ y protagonizando libros infantiles. Además, marcas como Ossa y Kawasaki los patrocinaron.
Kookie, que comenzó a correr a los 10 años, se retiró a los 14, y falleció a los 16. Sin embargo, dejó una camada, y uno de sus descendientes, Kookie Junior, también compitió con McCown, logrando campeonatos en el ámbito off-road.
Hall of Fame
La leyenda de McCown y Kookie fue tal que fueron incluidos en el Hot Shoe Hall of Fame, un museo que preserva la historia de las carreras de motocicletas. Desafortunadamente, McCown falleció en 2011, pero su legado y el de Kookie perduran en la memoria de los aficionados al motociclismo.
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