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Starmer reestructura su Gobierno para mejorar su popularidad

Aunque los ministros de las principales áreas de Gobierno permanecen en sus puestos, los cambios que Keir Starmer ha anunciado este lunes, al inicio de un nuevo curso político, están enfocados en fortalecer la cúpula del poder, lo que revela serias debilidades y carencias más de un año después de que el Partido Laborista asumiera el poder en el Reino Unido.

El primer ministro británico ha incorporado al organigrama de Downing Street a Darren Jones, quien ocupará el nuevo puesto de secretario jefe. Esta figura normalmente existía solo en el Ministerio de Economía y correspondía al número dos del ministerio más poderoso del Ejecutivo.

Starmer ha despojado a la ministra Rachel Reeves de su hombre de confianza, encargándole la dirección y coordinación del mensaje de un Gobierno que enfrenta dificultades, acorralado por el populismo de derechas de Nigel Farage y su partido Reform UK.

Jones es un laborista convencido, capaz de ofrecer un mensaje de solidaridad y compasión frente a la xenofobia y el nacionalismo que actualmente promueve la ultraderecha británica. Además, ha demostrado en el primer año de Gobierno una mano dura en la defensa de la política económica ortodoxa, considerada austera por muchos críticos, que ha implementado Reeves.

Mejora en la comunicación

Starmer cambia por tercera vez al máximo responsable de las tareas de Comunicación en Downing Street. El veterano James Lyons, experiodista de medios históricos como el Daily Mirror y el Sunday Times, ha dejado el Gobierno tras no poder contrarrestar el dominio mediático de Farage en los últimos meses, especialmente en temas de inmigración y crisis de hoteles para solicitantes de asilo.

Lyons será reemplazado por Tim Allan, una figura clave durante los años del Nuevo Laborismo de Tony Blair, quien ha trabajado junto al legendario Alastair Campbell, demostrando su capacidad para controlar la agenda mediática.

Allan fundó la agencia de comunicación Portland, que se convirtió en un actor principal del sector, y ha tenido como clientes a gobiernos de Kazajistán, Rusia y Qatar. Aunque es conocido por estar en el ala más derecha del laborismo, su discurso puede ser eficaz para enfrentar el resurgimiento nacionalista y antiinmigración de Farage.

“Es la economía, estúpido”

La famosa frase de Jim Carville, asesor del expresidente estadounidense Bill Clinton, “Es la economía, estúpido”, ha estado presente en la mente de Starmer. El primer ministro llegó a Downing Street hace más de un año con la promesa de recuperar el crecimiento económico en un país estancado tras años de austeridad y las luchas del Brexit bajo gobiernos conservadores.

Sin embargo, la ortodoxia, el aumento de impuestos y los recortes sociales implementados por Reeves han generado descontento tanto en empresarios como en votantes de izquierda, lo que ha llevado a que la popularidad de Starmer y su Gabinete esté en niveles bajos.

Starmer ha nombrado como su principal asesora económica a Minouche Safik, exvicegobernadora del Banco de Inglaterra, especializada en finanzas internacionales y geopolítica. Esta británico-estadounidense nacida en Egipto ha estado involucrada en decisiones clave de organismos internacionales como el FMI, aportando la solidez económica que Starmer necesitaba.

Como era de esperar, la oposición conservadora ha interpretado el nombramiento de Safik como una desautorización de Reeves, quien ha sido el pararrayos de Starmer frente a la ira de empresarios y diputados del grupo parlamentario.

Los cambios en el núcleo del Gobierno evidencian que Starmer necesita urgentemente mejorar su popularidad. Las encuestas indican que el Partido Laborista no supera el 20% en intención de voto, casi 10 puntos por detrás del partido de Farage.

“Durante el primer año en el poder, el objetivo era fijar las bases del cambio y emprender el camino más duro”, ha justificado Starmer en una entrevista a Radio 5 de la BBC. “Ahora, en la segunda fase, el objetivo es comenzar a mostrar resultados y cumplir ante los ciudadanos”, ha añadido.

Starmer ha demostrado una vez más su capacidad para prescindir de colaboradores cercanos, como hizo anteriormente con la poderosa secretaria de Gabinete, Sue Grant, para evitar el hundimiento del Gobierno.

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