El pasado 28 de julio se publicó un estudio del Instituto de la Escuela de Economía de Kiev que analiza la situación de los arsenales soviéticos que Rusia ha estado utilizando desde el inicio de su invasión en Ucrania. El análisis indica que se están agotando los envíos desde los principales almacenes militares rusos.
Este estudio se complementa con evidencia gráfica. Un análisis reciente de la inteligencia de Ucrania, basado en imágenes satelitales, confirma que las reservas de tanques de Rusia están entrando en una fase crítica de agotamiento.
El seguimiento de los depósitos militares muestra que la extracción constante de blindados, unida a la incapacidad industrial para restaurarlos al ritmo necesario, está erosionando rápidamente la capacidad de Moscú para sostener la guerra en Ucrania con carros de combate modernos.
El declive de las reservas. Según imágenes satelitales, el depósito 1311 está retirando aproximadamente 20 tanques T-72B al mes, lo que podría dejar el almacén vacío antes de finalizar el año. Este vaciamiento se suma al agotamiento de los stocks cercanos a la planta de Uralvagonzavod, la principal fábrica de tanques del país. Además, el depósito 1311 ya no cuenta con T-80BV, lo que sugiere que Rusia ha consumido completamente esa línea de reservas. La presencia de T-80UD en la base 22 no cambia la situación, ya que estos vehículos no son aptos para reacondicionamiento. Ante esta escasez, se han comenzado a extraer T-55 y T-62, tanques de los años cincuenta y sesenta, lo que indica un retroceso hacia modelos obsoletos.
Los problemas de la industria. La falta de actualizaciones recientes en las imágenes de la base 6018 sugiere que Omsktransmash, uno de los pilares en la reparación de blindados, enfrenta serias dificultades para mantener un ritmo adecuado de restauración. La necesidad de recurrir a vehículos de combate de infantería, que originalmente no formaban parte de los lotes almacenados en el 1311, refleja la improvisación de Rusia para cubrir vacíos en su arsenal mecanizado. Este panorama revela una presión industrial que no logra sostener la demanda bélica, en parte porque los vehículos extraídos se encuentran en condiciones deplorables tras décadas de almacenamiento.
Sin reservas estratégicas. Una vez vaciado el 1311, Moscú se verá obligada a recurrir a los depósitos 349 y 2544, donde se almacenan el T-72A, con 586 y 215 unidades respectivamente. Sin embargo, la mayoría se encuentra en mal estado, lo que limita su eficacia. La proyección es sombría: al agotarse estas reservas, Rusia dependerá casi exclusivamente de T-55 y T-62, que representan apenas un 16% del inventario de blindados previo a la invasión de Ucrania. La degradación de calidad es evidente, pasando de modelos de tercera generación a plataformas que se consideran superadas en cualquier escenario de guerra contemporáneo.
Y sin artillería. Informes anteriores ya habían señalado que Rusia ha consumido casi la mitad de sus reservas de artillería remolcada en el depósito de Shchuchye, que albergaba cerca del 50% de todo este material en el país. Además, el ritmo de reactivación de piezas se ha desplomado, siendo actualmente más de cuatro veces inferior al registrado en 2022, lo que confirma la progresiva incapacidad para reconstituir el poder de fuego terrestre.
Un paso atrás. La guerra de desgaste en Ucrania ha llevado al ejército ruso a un punto en el que sus formaciones están experimentando un proceso de “desmecanización”, es decir, un retroceso desde el modelo clásico de regimientos acorazados hacia unidades centradas en la infantería que avanzan en motocicletas, vehículos ligeros sin protección o incluso a pie. Este fenómeno no implica que Rusia esté perdiendo la guerra, ya que su superioridad numérica le permite sostener avances, pero limita severamente su capacidad para transformar esos avances tácticos en rupturas estratégicas del frente enemigo.
Implicaciones estratégicas. Este panorama sugiere que la maquinaria de guerra rusa enfrenta un límite estructural difícil de superar. La aparente abundancia inicial de reservas soviéticas está siendo sustituida por la urgencia de recurrir a material prácticamente de museo. Cada T-62 o T-55 desplegado en el frente no solo carece de las prestaciones necesarias frente a drones, misiles antitanque y artillería guiada, sino que también expone a las tripulaciones a un mayor riesgo en combates modernos. La pérdida de blindados contemporáneos reducirá la capacidad ofensiva rusa y obligará a replantear estrategias de asalto mecanizado, que ya han mostrado vulnerabilidades en Ucrania.
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