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Lecciones desde Bolivia

MONTEVIDEO.- Con el habitual complejo de superioridad que padecen muchos uruguayos, es poco lo que se ha comentado el reciente resultado electoral en Bolivia. Sin embargo, es mucho lo que se puede aprender de lo que sucedió el domingo en el altiplano, donde el varapalo que sufrió la izquierda anticipa una más que probable ola de cambios de régimen en el continente. Pero, más importante que eso, confirma el desastre que genera una y otra vez, el manual socialista que sigue enamorando a tantos latinoamericanos y uruguayos.

El titular de las elecciones es lo más conocido. Los dos candidatos que disputarán la segunda vuelta el 19 de octubre son Rodrigo Paz Pereira y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga. Dos figuras groseramente definidas como “de derecha” por las agencias de noticias europeas, lo cual es más que discutible. Lo que no lo es, que se trata de dos políticos lo más lejos posible del régimen que ha gobernado el país durante los últimos 20 años, de la mano del MAS, el partido de Evo Morales.

De hecho, el gran titular de esta elección es que ese partido prácticamente desapareció del Parlamento, y su candidato, Eduardo del Castillo, obtuvo apenas un 3%. No mucho mejor le fue al supuesto líder joven que venía a renovar el proyecto de la izquierda boliviana, Andrónico Rodríguez, que obtuvo el 7% de los votos. Un derrumbe completo.

Al margen del proceso quedó el expresidente y líder cocalero Evo Morales, que desde un reducto en el Chapare, rodeado de una menguada y algo ridícula guardia indígena, llamó a la abstención en las elecciones. Eso porque la Justicia boliviana, y su propio partido político, no aceptaron su presión para violar la Constitución y habilitarle un tercer mandato. Una muestra del peor tipo de caudillismo, que como no le permiten gobernar a él para siempre, llama a boicotear el proceso democrático.

Morales se declaró poco menos que ganador de las elecciones porque la abstención que impulsaba llegó al 16%. Pero si analizamos que la tasa “normal” de abstención en ese país ha fluctuado entre el 5 y el 12%, vemos que su caudal de apoyo de todas formas es ínfimo.

¿Por qué pasó esto? ¿Cómo fue que la izquierda boliviana, esa que hacía derretir a la intelectualidad progre regional, tuvo este derrumbe? Dos motivos bien evidentes.

El primero es la pelea cruenta entre Evo Morales y su delfín Luis Arce. Un conflicto aldeano y personal, que se reduce al hecho de que Arce no toleró la prepotencia y desprecio institucional permanente de Morales. Pero la explicación central no está allí, aunque muchos medios y analistas se centren en ello.

El problema es que la economía de Bolivia es un desastre con mayúscula. Vea usted los síntomas.

Inflación imparable, la cotización del dólar volando, desabastecimiento de productos básicos como combustible o pan en un país que produce excedentes masivos de alimentos y combustibles fósiles. Es particularmente interesante lo que ocurre con el gas en Bolivia, ya que se trata desde hace dos décadas de la producción estrella del país y lo que motivó de alguna forma el inicio del proceso “bolivariano”.

Es recordada la campaña por la nacionalización de ese recurso que impulsó Morales y que llevó a que tomara los pozos con el ejército de ese país. Dos décadas después, debido a la falta de inversión y a la fuga de los inversores extranjeros, la producción se ha derrumbado. Al punto que el país ha debido suspender exportaciones y el presidente Arce afirmó que es probable que se deba importar gas para 2029.

¿Le suena parecido a algo este panorama? Y sí. Es muy similar a lo que ocurrió en Venezuela con el chavismo, en la Argentina con el kirchnerismo, y en tantos países de la región donde gobernó la izquierda jurásica, con su receta antieconómica de subsidiar el regalo de plata, expropiando el fruto de la explotación de los recursos naturales a quienes invierten. Ya sea el petróleo, la soja o la carne.

Esta es la lección que permite sacar el proceso boliviano. Y es que las recetas socialistas que se basan en despreciar las normas básicas de la economía, en regalar plata ajena con el argumento de la “justicia social”, en generar estados desproporcionados y polarizar a la sociedad hasta la violencia, solo tienen un resultado posible: la ruina del país.

Es poco probable que los socialistas de aquí y de allá aprendan alguna lección, ya que lo suyo va más por una fe casi religiosa que por un criterio político. Pero para la gente “normal” esta es otra muestra del manual perfecto para arruinar a un país. Y acá, hay que recordarlo, muchos lo siguen impulsando.

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