El cinéfilo español Vicente Monroy reivindica los rincones en penumbra y, sobre todo, las salas de cine, en un mundo “excesivamente iluminado”.
Introducción
“¡Luz, más luz!”, pidió Goethe en su lecho de muerte. Aunque estas palabras se interpretaron como un llamado desesperado a la inteligencia iluminadora, tal vez el poeta solo quería que le arrimen una vela. En un mundo donde la luz se relaciona con la ciencia y el progreso, y la oscuridad con la barbarie y la ignorancia, se nos fuerza a vivir en un día perpetuo de luces blancas y pantallas azules. Por eso, la publicación de Breve historia de la oscuridad, el nuevo ensayo de Vicente Monroy, es reveladora: propone una defensa de las salas de cine en la era del streaming y consagra la noche artificial como un espacio de libertad.
Antes, los espectadores buscaban recrear en sus casas la liturgia del cine con oscuridad, pantalla grande y sonido envolvente, pero ahora llevan sus casas al cine: comen, hablan y usan los teléfonos durante la proyección.
Monroy menciona la luz insidiosa y omnipresente de la publicidad y las redes sociales, que borra los contrastes de nuestras vidas. Hoy, los cinéfilos observan cómo las salas oscuras se repliegan, y las que sobreviven son invadidas por hábitos domésticos. La negrura del cine no solo encubre risas y llantos, sino también otros impulsos, como los momentos de intimidad.
La oscuridad como refugio
Monroy destaca que en un mundo excesivamente iluminado, escasean los rincones en penumbra que fueron escenario de prácticas contraculturales. Su ensayo reivindica el valor iluminador de lo oscuro, sugiriendo que la oscuridad del cine es un refugio que permite la inmersión en otros mundos.
El erotismo de la oscuridad animó a los surrealistas a consagrar el cine, igual que el ocultismo o las teorías de Freud, en el podio de sus cultos oníricos.
El visionado actual, fragmentado y portátil, impide esa inmersión. La hiperconexión de una generación ansiosa por estar siempre disponible contrasta con la desconexión que ofrecen las salas de cine. Monroy plantea que es imposible hundirse en una historia de amor obsesivo en una pantalla de cuatro pulgadas.
Reflexiones finales
Las antiguas salas de teatro no eran oscuras; tenían ventanas y candelabros. El Festspielhaus de Bayreuth, construido en 1876, fue el primer teatro a oscuras, diseñado por Richard Wagner. El ensayo de Monroy documenta la retirada de las salas de cine y defiende “lo oscuro” en la era de la luz artificial.
Por Nicolás Artusi
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