**
La inestabilidad política en Francia ha generado burlas en Italia, donde se observa con “gioia maligna” (alegría maliciosa) la situación del país vecino. En menos de dos años, Francia ha tenido cinco primeros ministros, una situación inédita incluso en épocas de gran turbulencia política.
Crisis política y presupuestaria
Actualmente, el Parlamento francés, reconfigurado tras elecciones anticipadas en julio de 2024, enfrenta dificultades para formar una mayoría capaz de aprobar el presupuesto. Esta situación se agrava con una huelga general convocada por sindicatos en contra de las propuestas presupuestarias.
La prensa italiana destaca la humillación del ex primer ministro François Bayrou, las advertencias sobre una espiral de deuda y la posibilidad de un rescate económico por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI). La imagen del presidente Emmanuel Macron también se ve afectada por esta situación, cuestionándose su “grandeur”. El diario Il Messaggero incluso pregunta: “¿Dónde está la ‘grandeur’ ahora?”.
Deuda y calificación crediticia
El coste anual del servicio de la deuda francesa se estima en 67.000 millones de euros (unos US$78.683 millones), superando el gasto de todos los ministerios excepto Educación y Defensa. Se proyecta que para finales de la década alcance los 100.000 millones de euros (unos US$117.439 millones) anuales. La agencia Fitch rebajó la calificación de la deuda francesa, lo que podría encarecer el endeudamiento para el gobierno y refleja las dudas sobre la estabilidad del país y su capacidad de gestionar su deuda.
La posibilidad de solicitar un préstamo al FMI o una intervención del Banco Central Europeo ya no se descarta. Este panorama se complica con la guerra en Europa, el distanciamiento de Estados Unidos y el auge del populismo.
Tensiones con los primeros ministros
La crisis se remonta a la disolución de la Asamblea Nacional en el verano de 2024, que generó un Parlamento dividido en tres bloques (centro, izquierda y extrema derecha), imposibilitando la formación de un gobierno con mayoría estable. Michel Barnier y François Bayrou, anteriores primeros ministros, fracasaron en sus intentos de formar gobierno, principalmente por la gestión de la deuda pública, que supera los 3 billones de euros (alrededor del 114% del PIB).
Bayrou, quien propuso recortes presupuestarios de 44.000 millones de euros para 2026, fue derrocado por la unión de diputados de izquierda y extrema derecha. Su propuesta de abolir dos días festivos para financiar el gasto en defensa también fue impopular. Sébastien Lecornu, de 39 años, fue nombrado primer ministro, considerado un confidente cercano a Macron.
La titánica tarea de Lecornu
Macron busca un acuerdo con la izquierda, específicamente con el Partido Socialista (PS), para aprobar el presupuesto antes de fin de año. Sin embargo, las negociaciones son complejas, ya que cada concesión a un lado podría alejar al otro. Los socialistas exigen un objetivo menor de reducción de la deuda, un impuesto a los ultrarricos y la derogación de la reforma de pensiones de 2023. Estas propuestas son rechazadas por los Republicanos (LR), que amenazan con votar en contra de cualquier presupuesto que las incluya. Incluso MEDEF (Movimiento de Empresas de Francia) ha anunciado posibles protestas si se aumentan los impuestos.
El factor tiempo es crucial, ya que la inminente salida de Macron dificulta los acuerdos. Las elecciones municipales en marzo y las presidenciales en mayo de 2027 presionan a los partidos, haciendo más improbable el compromiso.
Perspectivas divergentes
Algunos analistas mantienen un optimismo relativo, destacando la solidez de la economía francesa, su infraestructura y la resiliencia de sus instituciones. Jean-François Copé, expresidente de Los Republicanos (LR), señala la solidez de los fundamentos económicos, incluyendo la balanza comercial y la creación de empresas. Philippe Aghion, exasesor de Macron, considera que la situación no es tan grave como la de Grecia, y que las advertencias sobre la deuda han sido efectivas.
Sin embargo, otros analistas advierten sobre el riesgo de una intervención del FMI, comparando la situación a un dique que se erosiona gradualmente. Françoise Fressoz, de Le Monde, critica la dependencia del gasto público como método para controlar el descontento social, señalando el fin del antiguo estado de bienestar y la necesidad de reformas.
La situación actual en Francia es una confluencia de crisis políticas, económicas y sociales. El encuestador Jerome Fourquet la describe como una “obra de teatro incomprensible que se representa frente a un teatro vacío”. La falta de confianza en la gestión de la deuda y la incapacidad de Macron para cumplir sus promesas de unidad política generan un panorama incierto para el futuro de Francia.
Nicolas Baverez, en Le Figaro, culpa directamente a Macron por el estancamiento, calificando su gestión como la de un demagogo que ha llevado al país a la ruina.
Fuente original: ver aquí