En una calurosa mañana de agosto, una multitud se reunió en la estación de Imjingang, la última parada del metro en Seúl, más cercana a Corea del Norte. Allí se encontraba Ahn Hak-sop, un exprisionero de guerra norcoreano de 95 años, quien intentaba cruzar la frontera hacia su hogar en el Norte.
Ahn describió su intento como su “viaje final”, deseando ser enterrado en su tierra natal tras haber vivido la mayor parte de su vida en Corea del Sur, muchas veces en contra de su voluntad. Sin embargo, no logró cruzar, ya que el gobierno surcoreano alegó que no había tiempo suficiente para realizar los trámites necesarios.
Debido a un edema pulmonar, Ahn no pudo caminar los 30 minutos desde la estación hasta el Puente de la Unificación. En su lugar, recorrió los últimos 200 metros flanqueado por dos simpatizantes. Portando una bandera norcoreana, expresó su deseo de que su cuerpo repose en una “tierra verdaderamente independiente, libre del imperialismo”.
La vida en el otro lado
Ahn fue capturado por las fuerzas surcoreanas a los 23 años, después de haber sido reclutado en el Ejército Popular de Corea del Norte en 1952. Fue condenado a cadena perpetua tras su captura en abril de 1953, poco antes del armisticio. Más de 42 años después, fue liberado gracias a un indulto especial.
Tras su liberación, Ahn enfrentó dificultades para adaptarse a la vida en Corea del Sur, donde fue etiquetado como “cabeza roja” y tuvo problemas para encontrar trabajo. A pesar de haberse casado y adoptar a un niño, nunca sintió que perteneciera a su nueva familia.
En el año 2000, Ahn rechazó la oportunidad de regresar al Norte, optando por permanecer en el Sur debido a su temor de que su regreso fuera interpretado como una victoria para Estados Unidos.
Luchar por Corea del Norte
Ahn, nacido en 1930 durante el dominio japonés, recuerda la resistencia de su abuelo a que asistiera a la escuela para no “convertirlo en japonés”. Tras la rendición de Japón en 1945, Ahn y su hermano menor se ocultaron en casa de su tía, ya que no consideraban la situación como una liberación, sino como una transferencia de dominio colonial a Estados Unidos.
Durante la guerra de Corea, Ahn se unió al ejército norcoreano, creyendo en la propaganda de Kim Il-sung que afirmaba que el Sur había iniciado el conflicto. Tras su captura, Ahn se negó a renunciar a su ideología comunista, enfrentando torturas y humillaciones en prisión.
A pesar de los cambios en Corea del Norte y del Sur desde su captura, Ahn mantiene su creencia en la propaganda del régimen norcoreano, culpando a Estados Unidos y al gobierno surcoreano de la división de la península. Ha dedicado su vida a protestar contra lo que considera una colonización por parte de Estados Unidos.
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