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En Amores compartidos, la búsqueda de la felicidad empieza con una separación

Amores compartidos (Splitsville, 2025). Dirección: Michael Angelo Covino. Guion: Michael Angelo Covino y Kyle Marvin. Fotografía: Adam Newport-Berra. Música: Dabney Morris y David Wingo. Edición: Sara Shaw. Elenco: Dakota Johnson, Kyle Marvin, Adria Arjona, Michael Angelo Covino. Distribuidora: Diamond. Duración: 104 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años con reservas. Nuestra opinión: muy buena.

Desde que pasó inadvertido hace algo más de un año la espléndida e injustamente ignorada Cómplices del engaño, de Richard Linklater, no se estrenaba en los cines argentinos una comedia tan aguda, inteligente y disfrutable concebida para el público adulto, sin remilgos para referirse al sexo y con mucho para decir sobre el estado de los vínculos amorosos y del deseo en los tiempos que corren.

Cómplices del engaño, bajo la engañosa máscara de una trama policial, contaba las peripecias de un galán muy convencido (Glen Powell) dispuesto a todo para conquistar a una chica muy despierta y muy sexy (Adria Arjona). En Amores compartidos, equívoco título local para Splitville, algo así como el lugar en donde transcurren las separaciones, Arjona vuelve a mostrar su encanto, una sensualidad natural y sobre todo un talento innato para hacer comedia.

Pero aquí no está a merced de algún apuesto casanova. En la secuencia inicial (una de las tantas que funcionan a pleno en esta ocurrencia del hasta ahora desconocido y multifacético Michael Angelo Covino), luego de un momento de placer que precipita una tragedia, le pide el divorcio al hombre (el atribulado, neurótico y muy gracioso Kyle Marvin) con el que se casó hace poco.

En otro momento extraordinario, ejemplar en el uso de la elipsis, el pobre Marvin llega después de un largo periplo a la lujosa casa de su mejor amigo (el propio Covino) y su pareja (Dakota Johnson, luminosa como pocas veces). Allí queda planteado el escenario de este impecable modelo de comedia de rematrimonio para el siglo XXI: los problemas de este tipo de vínculos se resuelven a través de relaciones abiertas.

Lo que parece ideal en el papel no suele tener la misma eficacia al practicarlo. Cualquier intento en tal sentido encarado desde el cuarteto de manera individual o colectiva dejará a los personajes centrales en un estado de intemperie emocional aprovechado todo el tiempo por Covino (director, guionista y actor, reservándose el papel más ingrato de todos) para desplegar un ingenioso menú de situaciones de comedia siempre fluidas y plausibles.

La gracia aparece aquí en las múltiples variantes y derivaciones de un mismo punto de partida. Cada nuevo intento que se hace por reencontrar cierto equilibrio afectivo y emocional se convierte en desilusión. Vemos un desfile constante de fracasos que no se aceptan, desapegos, rutinas, caprichos, necesidades insatisfechas y egos destrozados. Todo un catálogo de planes y resoluciones dejan a los personajes cada vez más expuestos y forzados a disimular de todas las maneras posibles sus flaquezas.

A través de ese muestrario de debilidades surge, plena y consciente, la fortaleza de la comedia. Hay situaciones llenas de velocidad (sin vértigo) que toman los principios de la mejor tradición del slapstick y la aplican a nuestro tiempo, junto a unos cuantos chistes sexuales y un par de escenas que justifican de lleno, por las características de su personaje, ver desnudo a Marvin. Nada resulta gratuito en ese sentido.

Amores compartidos funciona como una gran orquesta en la que cada intérprete tiene bien claro el momento de su aparición como solista, ocupándose durante el resto del concierto a cumplir su función dentro del ensamble. Ninguno desafina, lo que equivale a encontrar momentos muy precisos de humor físico (hay una pelea antológica entre Covino y Marvin) y verbal. Toda comedia, en el fondo, adquiere sentido como representación de la búsqueda de una felicidad posible. En este caso, la felicidad consiste en atravesar el accidentado camino de las separaciones pensando, en medio de cada tropiezo y accidente, que un final feliz siempre es posible.

Fuente original: ver aquí