México es una inagotable fuente de hallazgos de tesoros prehispánicos. Se continúan descubriendo vestigios del pasado prácticamente cada semana, lo que se ha intensificado con el proyecto del Tren Maya y las herramientas de última tecnología. Gracias a estos avances, se han encontrado pirámides ocultas y zonas subterráneas, lo que puede impulsar el estudio de antiguas estructuras.
Sin embargo, hay piezas que, aunque fueron descubiertas hace años, siguen siendo de gran valor. Un ejemplo es el tesoro de la Tumba 7 de Monte Albán, considerado por algunos como “el tesoro más rico de América”, no solo por la cantidad de piezas, sino por su excelente estado de conservación.
El tesoro mixteca de la Tumba 7
En enero de 1932, el Dr. Alfonso Caso descubrió en el sitio arqueológico de la Tumba 7 de Monte Albán uno de los mayores tesoros prehispánicos de la historia. En el momento de su hallazgo, se realizó una primera restauración, y se llevaron a cabo labores de cuidado en 1944 y en años recientes, con el objetivo de estudiar las piezas y restaurar las que fuera necesario.
Este conjunto incluye más de 230 piezas elaboradas con materiales sagrados en la época prehispánica, como oro, plata, cristal de roca y piedras preciosas como turquesa, obsidiana y piedra verde. El estado de conservación de muchos de estos objetos es impresionante, además de contar con piezas menos llamativas elaboradas a partir de hueso o una olla de alabastro.
Los investigadores del INAH han proporcionado contexto sobre estos objetos, afirmando que sus orígenes se remontan a la unión de un señor de la dinastía de Zaachila y una señora mixteca entre los años 1200 y 1400 d.C. Concretamente, se trató de “el señor 5 Flor, de la dinastía Zaachila, con la princesa del reino mixteco de Teoxacualco, la señora 4 Conejo ‘Quetzal'”. La princesa utilizó la Tumba 7 como santuario para depositar los tnani, envoltorios que guardaban reliquias de ancestros y otros objetos lujosos.
Al momento de su descubrimiento, los artículos no se encontraban en el estado que exhiben actualmente. Según el INAH, fue necesario un meticuloso proceso de restauración para que se puedan apreciar los detalles de cada una de estas piezas. Este proceso incluyó la recuperación de las propiedades de color y el acabado pulido de algunos objetos.
La colección tiene una presencia imponente y, además de las fotografías que el INAH comparte en su sitio web, se puede apreciar en vivo en la sala III del Museo de las Culturas de Oaxaca.
Este tesoro es significativo, ya que demuestra no solo cómo trabajaban ciertos materiales y qué valor les daban, sino que algunos de ellos se adquirían gracias a redes de intercambio y comercio entre diferentes sitios mesoamericanos. Esto resalta la riqueza cultural de la época, similar a la reciente investigación sobre los canales de Ciudad de México, que evidencian su importancia como centro cultural gracias a estas actividades comerciales.
Imágenes | INAH
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