Diego Fernández Lima desapareció el 26 de julio de 1984. Se fue de su casa de Villa Urquiza después de pedirle dinero a su madre para tomar el colectivo hacia la casa de un compañero. Salió a las 14:00, comiendo una mandarina. Un conocido lo vio en la intersección de la avenida Monroe y Naón. Al reconocerlo, le gritó “Gaita”, como lo llamaban en el club Excursionistas, donde jugaba al fútbol. Tenía 16 años. Nada más se supo de él hasta hace pocos días, cuando se reveló que había sido asesinado y enterrado en el fondo de una casa en Coghlan.
Ese mismo 26 de julio, por la noche, como su hijo no regresó a casa, Juan Fernández y Bernabella Lima se presentaron en una comisaría de la Policía Federal Argentina (PFA) para denunciar su desaparición, pero no recibieron la ayuda que buscaban. El oficial que los atendió les dijo que seguramente se había ido con una chica.
Juan Fernández nunca dejó de buscar a su hijo, convencido de que había sido capturado por una secta. Falleció en 1991 en un accidente de tránsito, atropellado por una camioneta en Galván y Congreso, a solo siete cuadras de donde estaba enterrado Diego, sin que nadie (salvo el asesino y sus posibles cómplices o encubridores) lo supiera.
El 20 de mayo pasado, de forma fortuita, se encontraron restos óseos mientras obreros trabajaban en un lote de la avenida Congreso 3748, en Coghlan. Las 151 piezas óseas, junto con otros elementos, estaban enterradas en el fondo de la casa lindera, en avenida Congreso 3742, donde desde 1974 vive la familia Graf.
Ese mismo día, comenzó una investigación a cargo del fiscal Martín López Perrando, con el objetivo de identificar los restos óseos y conocer la causa de muerte. Se convocó a peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para realizar una intervención arqueológica en la escena del hallazgo, el 29 de mayo pasado.
Los peritos del EAAF recolectaron una serie de elementos asociados, incluyendo una etiqueta de una prenda, una media y cuero que podría haber pertenecido a un par de botas. A partir de la lectura y limpieza arqueológica, se estimó que el foso donde fue enterrado Fernández Lima tenía 60 centímetros de profundidad, 1,20 metros de largo y aproximadamente 67 centímetros de ancho.
Los peritos del EAAF realizaron un perfil biológico de los fragmentos óseos, determinando el sexo, la edad estimada en el momento de la muerte, la estatura y posibles lesiones. Se identificó una lesión cortopunzante a la altura de la cuarta costilla derecha y otras lesiones en miembros inferiores y superiores, posiblemente asociadas a un intento de manipulación del cuerpo. Para el fiscal López Perrando, hubo un intento de desmembramiento del cuerpo.
Las conclusiones del perfil biológico fueron entregadas al representante del Ministerio Público. Se tomaron muestras óseas para intentar obtener un perfil genético, que se realizó en el Laboratorio de Genética Forense del EAAF en Córdoba. Se tomó una muestra de sangre a la madre de Diego, Bernabella Lima, que hoy tiene 87 años, y hubo un “match”.
Tras conocerse la identificación de los restos óseos, una persona se comunicó con la fiscalía y mencionó que había sido compañero de la escuela secundaria de Fernández Lima, y que en la casa donde estaban enterrados los huesos vivía otro compañero de la época: Norberto Cristian Graf.
El fiscal López Perrando imputó a Graf de los delitos de “encubrimiento agravado” y “supresión de evidencia” y solicitó que sea citado a prestar declaración indagatoria.
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