Los cables submarinos transportan el 95% del tráfico de datos entre continentes. Estos cables sostienen diez billones de dólares diarios en transacciones financieras, según cifras recopiladas por TeleGeography, y son fundamentales para servicios que van desde el streaming hasta las redes de inteligencia artificial. Sin embargo, su control ha cambiado de manos, pasando de las grandes teleoperadoras tradicionales a gigantes tecnológicos como Google, Meta, Microsoft y Amazon. Esta transformación plantea importantes preguntas sobre la dependencia, la soberanía digital y la resiliencia ante riesgos geopolíticos.
Historia del control de cables submarinos
Durante más de un siglo, los cables submarinos fueron propiedad de consorcios de operadores públicos y grandes teleoperadoras. La instalación de estos cables requería inversiones de cientos de millones de dólares, y era común repartir el riesgo entre varios actores a cambio de asignar pares de fibra a cada participante. Ejemplos recientes, como el cable 2Africa, promovido por Meta, siguen este modelo. Sin embargo, en la última década, este equilibrio ha cambiado drásticamente.
Hoy en día, Google, Meta, Microsoft y Amazon controlan o gestionan aproximadamente la mitad del ancho de banda submarino mundial. Entre 2019 y 2023, estas empresas financiaron cerca del 25% de los sistemas de cable activados, de acuerdo con el Carnegie Endowment. A nivel global, se prevé la construcción de unos 60 nuevos cables submarinos hasta 2027, lo que indica un cambio significativo en el control de las infraestructuras críticas de Internet.

Adquisición de propiedad por parte de las tecnológicas
El cambio no solo se refleja en la participación, sino también en la propiedad total de los cables. Google posee cables como Curie (EEUU-Chile), Dunant (EEUU-Francia), Grace Hopper (EEUU-Reino Unido-España) y Equiano (Portugal-Nigeria-Sudáfrica). Meta, por su parte, ha planeado el proyecto Waterworth, un cable de más de 40,000 km que conectará EEUU con mercados importantes en el hemisferio sur, evitando deliberadamente zonas de riesgo como el mar Rojo y el mar de China Meridional.
Aunque el caso de 2Africa sigue basado en un consorcio, Meta participa de manera significativa como socio clave, lo que refleja la evolución del modelo de propiedad en la infraestructura submarina.
Dependencia de Europa de los cables submarinos
Europa es el continente con más cables de amarre del planeta, y dos tercios de su conectividad exterior dependen de cables submarinos, lo que subraya su elevada exposición estratégica. Además, gran parte del tráfico europeo se almacena en centros de datos situados en EEUU, lo que incrementa su dependencia tecnológica.
Frente a este panorama, Europa cuenta con activos estratégicos como Alcatel Submarine Networks (ASN), líder mundial en kilómetros de cable instalados entre 2020 y 2024, y Orange Marine, que opera una de las mayores flotas de instalación y reparación. Las ciudades de París y Roma han comenzado a tomar medidas para proteger a ASN y Sparkle como “campeones industriales soberanos”.
Amenazas y desafíos a la infraestructura submarina
La amenaza a los cables submarinos ya no es solo accidental. Rusia ha intensificado sus patrullas submarinas en torno a nodos estratégicos, y en 2025, China presentó un buque capaz de cortar cables a 4,000 metros de profundidad, lo que aumenta su capacidad de presión sobre rutas críticas.
Además, la falta de capacidad de respuesta complica aún más la situación. Según el Carnegie Endowment, apenas hay 80 buques en todo el mundo dedicados a la instalación y reparación de cables, y Europa carece de rompehielos especializados que son necesarios para operar en regiones árticas o en condiciones de hielo marino, donde se están explorando nuevas rutas estratégicas de conectividad.
Marco jurídico y regulaciones inadecuadas
La infraestructura crítica submarina también enfrenta un marco jurídico fragmentado. Varios países europeos ni siquiera han ratificado el Cable Convention de 1884, lo que dificulta la persecución de actos de sabotaje. Además, los permisos de instalación y reparación en Europa se han duplicado en duración en la última década, complicando la respuesta ante incidentes.
Para abordar estos problemas, la UE y la OTAN han creado iniciativas conjuntas, como la Critical Undersea Infrastructure Coordination Cell y un Task Force industrial. Sin embargo, algunos analistas advierten que sin un aumento drástico de recursos, Europa seguirá en desventaja.
El futuro de Internet y la fragmentación global
La entrada masiva de las grandes tecnológicas en el control de cables submarinos responde a una lógica clara: controlar la infraestructura física de Internet les permite reducir costos, mejorar la eficiencia y garantizar rutas alternativas en caso de crisis. Para las teleoperadoras tradicionales, la disyuntiva es clara: colaborar o quedar desplazadas.
En el futuro cercano, se prevé que el tráfico intercontinental se duplique cada dos años, impulsado por tecnologías como 5G, la computación en la nube y la inteligencia artificial. Se están explorando rutas alternativas, como los corredores polares, que podrían reducir significativamente la latencia entre Europa y Asia.
Sin embargo, también crecen los temores de un “splinternet” físico, donde las redes de cables estarían segmentadas por alianzas políticas. Europa se encuentra en un dilema entre su apertura histórica y la necesidad de proteger sus intereses estratégicos, lo que podría complicar aún más la situación.
Aunque la infraestructura de la nube se percibe como intangible, gran parte de ella descansa sobre una compleja infraestructura física que, cada vez más, está controlada por multinacionales estadounidenses. Para Europa, el reto no es solo construir más cables, sino garantizar que la próxima generación de Internet no dependa mayoritariamente de actores extranjeros.
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