El rediseño de este jardín en Pilar abrió las vistas hacia el paisaje prestado y ganó en luz solar. La entrada cobró relevancia con una simetría escultural.
Se generó un acceso interesante que acompaña la arquitectura e incorpora el terreno lindero, recién adquirido, pero sin entorpecer el espacio de una construcción futura.
Desde allí, un sendero peatonal deriva en un patio de ingreso muy acogedor.
El jardín era sombrío y tenía vistas “cortas” al estar bordeado de cipreses. El rediseño de la paisajista Anita Maiquez logró ampliar las vistas hacia la cancha de polo y realizar abras hacia el oeste, para permitir la entrada de la luz del atardecer.
Como la casa y la pileta (estudio de arquitectura Balzano) quedaron elevadas con respecto al nuevo terreno, se realizaron unos escalonados rectos para marcar el cambio de nivel.
Un gran acierto fue enmarcar el ingreso con dos acacias de Constantinopla con teucrium bocha y stipas en la base, y dos olivos que acompañan con sus verdes grisáceos y su estilo provenzal.
Se usaron plantas herbáceas y gramíneas de floración escalonada entre primavera y fines de otoño, para lograr atractivo en las distintas estaciones.
Stipas, jaravas (Jarava ichu) y deyeuxias dan soltura y movimiento con la brisa; salvias, gauras, sedums, margaritas, perovskias, erigerones, lavandas y rosas aportan sus toques de color.
El jardín es canchero, dinámico y de estilo silvestre. Había que generar un jardín ‘vivible’, con recorridos, e incorporar la arquitectura al paisaje.”
— Anita Maiquez
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