Josep Marco Pallarés, neurocientífico de la Universidad de Barcelona, recuerda que hace diez años, en una conferencia, afirmó que todos aman la música, una declaración que comenzó a cuestionar tras conocer casos clínicos de pacientes que no experimentaban placer al escuchar melodías.
Durante la última década, Pallarés y su equipo han investigado los mecanismos neuronales detrás de una condición denominada anhedonia musical específica, que se refiere a la incapacidad de disfrutar de la música.
El cableado detrás del placer
Cuando disfrutamos de algo, es el resultado de la interacción entre los circuitos cerebrales responsables de la percepción y los circuitos de recompensa que liberan dopamina. Durante mucho tiempo, los científicos han atribuido la falta de placer en actividades placenteras a fallas en estos circuitos.
La incapacidad de disfrutar de la música puede deberse a que las partes del cerebro que procesan estímulos auditivos no funcionan correctamente. Sin embargo, Pallarés argumenta que esta idea tradicional no explica completamente el fenómeno.
“Cuando tu circuito de recompensa no funciona, no experimentas placer en nada, no solo en la música”, afirma Pallarés. “Pero algunas personas no tienen problemas auditivos y disfrutan de otras cosas, como ganar dinero. Lo único que no pueden disfrutar es la música”.
Para identificar a estas personas, su equipo diseñó el Cuestionario de Recompensa Musical de Barcelona, que evalúa diferentes formas en que las personas interactúan con la música. A través de este cuestionario, Pallarés encontró a 15 personas con puntuaciones muy bajas que aparentemente no disfrutaban de la música. Estas fueron comparadas con 15 amantes de la música y otros 15 con puntuaciones intermedias. Luego, se sometieron a un escáner de resonancia magnética funcional mientras escuchaban música y participaban en un juego de apuestas.
Problemas de conectividad
El experimento consistió en dos pruebas. La primera fue escuchar música y la segunda, apostar eligiendo un número ganador entre dos opciones. A través de la fMRI, se observó que los ganadores en las apuestas activaban el circuito de recompensa en las 15 personas con anhedonia musical específica, mientras que la música no generaba ninguna respuesta en estos circuitos.
En los amantes de la música, las canciones activaron el circuito de recompensa mucho más que ganar dinero, y el grupo intermedio mostró una actividad similar en ambas situaciones.
La diferencia de las personas con anhedonia musical específica radicaba en cómo se comunicaban las diferentes regiones del cerebro.
“Con base en esos experimentos de fMRI, pudimos determinar que el problema no era el funcionamiento de los circuitos, sino la conexión entre el circuito de percepción y el de recompensa”, explica Pallarés. Las personas que no derivaban placer de la música podían escucharla, ya que las redes auditivas en sus cerebros se activaban. El circuito de recompensa también estaba operativo, pero la conexión entre ambos no funcionaba, como si la información no pudiera transmitirse.