Odontotermes obesus es una especie de termita que cultiva hongos, llamados Termitomyces, en sus montículos. Las obreras recolectan hojas muertas, madera y hierba para apilarlas en jardines de hongos subterráneos llamados “peines”. Allí, los hongos descomponen las duras fibras vegetales, haciéndolas accesibles para las termitas en una elaborada forma de agricultura simbiótica.
Sin embargo, como cualquier otro agricultor, las termitas enfrentan un desafío: las malezas. “Ha habido numerosos estudios que sugieren que las termitas deben tener algún tipo de respuesta fija, que siempre hacen exactamente lo mismo cuando detectan una infestación de malezas”, dice Rhitoban Raychoudhury, profesor de ciencias biológicas en el Instituto Indio de Ciencia y Educación, “pero ese no fue el caso”. En un nuevo estudio, el equipo de Raychoudhury descubrió que las termitas tienen prácticas de jardinería bastante avanzadas y sorprendentemente similares a las humanas.
Visión Limitada, Estrategias Sofisticadas
A primera vista, las termitas no parecen ser buenos jardineros. Son prácticamente ciegas, lo cual no es sorprendente considerando que pasan la mayor parte de su vida en completa oscuridad trabajando en los interminables corredores de sus montículos. Pero las termitas compensan su falta de visión con otros sentidos. “Pueden detectar el entorno basándose en la recepción olfativa avanzada y el tacto, y creo que esto es lo que usan para identificar las malezas en sus jardines”, dice Raychoudhury. Para aprender cómo reaccionan las termitas una vez que detectan una infestación de malezas, su equipo recolectó algunos Odontotermes obesus y los desafió con diferentes problemas de jardinería.

El montaje experimental fue bastante simple. El equipo colocó tierra esterilizada proveniente de montículos de termitas en placas de Petri de vidrio. Sobre esta tierra, Raychoudhury y sus colegas colocaron dos peines de hongos en cada placa. La primera pieza actuó como control y era un peine fresco, no infectado, con Termitomyces. “Además de actuar como control, también estaba allí para asegurarse de que las termitas tuvieran comida, porque es muy difícil para ellas sobrevivir fuera de sus montículos”, explica Raychoudhury. La segunda pieza fue contaminada intencionalmente con Pseudoxylaria, una maleza fúngica filamentosa que a menudo se apodera de los hábitats de Termitomyces en las colonias de termitas.
El equipo añadió las termitas a las placas junto con un poco de agua para asegurarse de que el ambiente fuera hospitalario. Finalmente, las placas se cubrieron y se colocaron en total oscuridad en una incubadora que mantenía una temperatura que emulaba con precisión las condiciones en un montículo de termitas.
“Observamos lo que estaba sucediendo en esas placas a intervalos de tiempo regulares y cada vez que echábamos un vistazo, tomábamos una foto”, dice Raychoudhury.
Las secuencias de tiempo resultantes nos dieron la primera visión de la forma en que las termitas manejaban la infestación de malezas en sus jardines de hongos. Sus acciones fueron completamente diferentes de los comportamientos simples y fijos que los científicos esperaban ver.
Una Respuesta Medida
El primer experimento fue diseñado para simular el inicio mismo de la infestación de Pseudoxylaria en la colonia. Después de que el equipo colocó un pequeño trozo de la maleza en uno de los peines en cada placa, las termitas tenían una amplia gama de tácticas para lidiar con estas infecciones en etapa temprana. La estrategia más utilizada vio a las termitas dar tres pasos: “Primero, retiraron la maleza, la alejaron del peine”, dice Raychoudhury. Después de que la maleza fue retirada, las termitas la enterraron en la tierra lejos de los peines. En el siguiente paso, rasparon parte del peine donde había estado ubicada la maleza. Esto permitió a las termitas contener la infección en el 94 por ciento de las muestras.
“Entonces dijimos, ok, pueden lidiar con infecciones en etapa temprana, ¿qué pasa con los escenarios donde la infección supera la etapa inicial y se vuelve más severa?”, preguntó Raychoudhury.
Para aumentar el nivel de dificultad, el equipo realizó otro experimento donde las termitas tenían dos trozos de peine nuevamente, solo que esta vez uno de ellos era fresco y el otro contenía principalmente malezas. “Aprendimos que las termitas no intentaron recuperar los peines severamente infectados; probablemente pudieron determinar que estaban más allá de la salvación”, afirma Raychoudhury. Para lidiar con estos peines muy infectados, las termitas simplemente los cubrieron con tierra.
El tercer experimento tenía como objetivo aprender cómo las termitas encuentran el equilibrio entre la cantidad de peine infectado que necesitan enterrar y la cantidad que intentan salvar. “Al enterrar estos peines, están obteniendo cada vez menos espacio para cultivar sus cosechas”, dice Raychoudhury. “Y las colonias de termitas tienen millones de termitas, y todas necesitan comer”. Para desencadenar este tipo de toma de decisiones en las termitas, su equipo pegó un trozo infectado de peine a un trozo fresco de peine. Las termitas separaron estos peines a lo largo de la unión donde estaban pegados y, como de costumbre, cubrieron la parte infectada con tierra.
Si bien la mayoría de los comportamientos variaron dependiendo de la severidad de la infección, cubrir la maleza con tierra fue algo que las termitas hicieron en casi todos los casos. Entonces, el equipo examinó más de cerca la tierra para averiguar por qué era tan importante en el proceso. Resultó que las termitas básicamente la usaban como un pesticida, pero con un giro benévolo.
Agricultura Benévola
En investigaciones anteriores, el equipo de Raychoudhury aprendió que los microbios encontrados en las colonias de term
Fuente original: ver aquí