Nada es mejor que una dificultad para conocer la verdadera personalidad. En el triunfo, todo fluye. En la derrota, todo se desenmascara. Hay quienes la asumen como propia, hacen autocrítica y desandan malas prácticas o admiten errores. Hay quienes, sobre todo en la política, ponen el fracaso sobre los hombros de los demás y se dedican a cuestionar lo que no hicieron por ellos. La insólita nacionalización de una elección bonaerense de consejeros escolares dejó a la dupla presidencial Javier y Karina Milei desorientada. Pasaron del convencimiento de un “empate técnico” a revitalizar al peronismo, quizás por su lema de campaña -“kirchnerismo nunca más”-, que superó en rugidos a las propuestas ausentes.
Es muy probable que el más entusiasmado en ese estilo de campaña haya sido Julio “Chocolate” Rigau. Se pudo haber dicho tanto sobre el funcionamiento de la Legislatura provincial, de su inacción a su defección, pero los hermanos presidenciales prefirieron el minimalismo discursivo. Tres actos convulsionados, una frase vociferada hasta el cansancio y buzos violetas para maridar con el color de la boleta. Así podría resumirse la campaña libertaria. Tampoco olvidemos a los encuestadores: otra desilusión estadística.
“Sería bueno hablar con Mauricio Macri”, planteó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, al analizar cómo encarar la próxima elección nacional. Uno de los déficits del domingo pasado fue la modesta fiscalización de las urnas. Ese aparato, que proveyó el macrismo en la segunda vuelta electoral de 2023, no fue menor para los libertarios. Con el resultado electoral en la mano, quizás sea indispensable desandar el camino y volver a tender un puente con el aliado que le permitió a ella misma integrar el gabinete nacional. Pero Bullrich no lo hizo desde el reconocimiento de lo que no funcionó, sino porque “si se hizo una alianza, estaría bueno que eso se muestre”.

Parafraseando a Milei, es “bueno, o sea, digamos”, que Macri haga una autocrítica. No obedeció lo suficiente y ni siquiera llevó un paquete de medialunas calentitas a la escuela más cercana a su casa en el conurbano para incentivar la empatía libertaria. En seis semanas hay que volver a las urnas. Se verá cuál de las mesas políticas que Milei organizó ahora se convierte en la culpable de que, eventualmente, vuelva a fracasar. Ya en la hora misma de la admisión de la derrota dejó todo bien claro: prometió una “profunda autocrítica”, pero ratificó que su rumbo sigue intacto.
El análisis de la situación actual muestra que el camino hacia la próxima elección está lleno de desafíos. La falta de conexión con el electorado y la incapacidad de generar propuestas atractivas han dejado a los líderes políticos en una posición complicada. Las elecciones no solo son un reflejo de la voluntad popular, sino también un termómetro de la capacidad de los líderes para adaptarse y responder a las demandas de la ciudadanía.
La propuesta de Bullrich de dialogar con Macri sugiere una posible reconfiguración de alianzas que podría ser crucial para enfrentar los retos venideros. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre la autenticidad de tal acercamiento y la disposición real de los actores políticos para aprender de sus errores. La autocrítica, aunque anunciada, debe traducirse en acciones concretas que demuestren un cambio real en la estrategia política.
En conclusión, el escenario electoral se presenta complejo, y la falta de propuestas claras y efectivas puede resultar en un nuevo desencanto del electorado. La capacidad de los líderes para reconocer sus fallos y adaptarse será determinante en el futuro político del país. La próxima elección se perfila como una nueva oportunidad, pero también como un riesgo de repetir los errores del pasado.
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