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La granola puede ser un postre encubierto en lugar de un desayuno sano

Un bol con yogur, frutos rojos y granola es una imagen común en redes sociales al hablar de desayunos saludables. Sin embargo, detrás de la apariencia crujiente de la avena y las frutas secas, puede haber un alto contenido de azúcar, similar al de un pastel, lo que puede aumentar el hambre a media mañana.

El gran cambio de la granola

Para entender este fenómeno, es necesario conocer su historia. La primera versión fue creada en 1863 por el médico James Caleb Jackson y se llamó “granula”: granos integrales duros, sin azúcar, diseñados como un remedio dietético, muy diferente a las versiones actuales disponibles en el mercado.

Con el tiempo, la receta se fue endulzando para atraer a más consumidores. Según The Independent, 153 años después, el azúcar se convirtió en un ingrediente esencial, primero con miel y jarabes, y luego con azúcares refinados. La granola pasó de ser un alimento austero a un producto de consumo masivo, con versiones industriales que a menudo no son “light”.

El combo perfecto para un subidón de azúcar

La razón detrás de esta situación es fisiológica. Jessie Inchauspé, autora de The Glucose Goddess, explica en The Telegraph que la combinación típica de la granola —almidón de avena, azúcares de miel o jarabe y frutas deshidratadas— puede provocar un aumento rápido de la glucosa en sangre. Si se consume en ayunas, el pico es inmediato y elevado.

El problema surge después: ese aumento de azúcar es seguido por una caída brusca, que provoca cansancio, hambre y antojos de más dulces. Además, lo que Healthline denomina “efecto ración” indica que, aunque muchas marcas sugieren porciones de 30 a 45 gramos, lo habitual es servir entre 60 y 100 gramos, duplicando así el consumo de azúcar y calorías, a lo que se suma que muchas granolas incluyen aceites vegetales o de coco, aumentando la densidad calórica.

Beneficios que siguen presentes

A pesar de la mala reputación de algunas versiones comerciales, la granola también puede tener beneficios si se eligen correctamente los ingredientes. Healthline señala que la avena, los frutos secos y las semillas ayudan a ralentizar la digestión, controlar el apetito, mejorar la presión arterial, estabilizar la glucosa y nutrir la microbiota intestinal. También aportan micronutrientes como magnesio, zinc, vitamina E y antioxidantes que fortalecen el sistema inmunológico y combaten la inflamación.

Adicionalmente, The Telegraph cita estudios que indican que una ingesta diaria de tres gramos de betaglucano de avena puede reducir el colesterol “malo”.

Entonces, ¿cómo integrarla?

La mayoría de los nutricionistas coinciden en que la granola debe ser un complemento y no la base del desayuno. The Telegraph recomienda utilizarla como un topping: un par de cucharadas sobre yogur griego o kéfir, acompañado de fruta fresca, especialmente bayas, para añadir fibra y antioxidantes.

Asimismo, Healthline sugiere que combinar la granola con proteínas y grasas saludables puede ayudar a reducir el impacto glucémico y prolongar la saciedad. Lo importante es medir la cantidad y equilibrar la comida.

El veredicto

La granola no es necesariamente mala, pero tampoco es una solución mágica. Según la dietista Nichola Ludlam-Raine en The Telegraph, puede ser un desayuno saludable si se eligen variedades bajas en azúcares añadidos, ricas en fibra e integrales, y siempre respetando la porción recomendada. Healthline coincide en que es nutritiva y saciante, pero muchas versiones industriales son altas en calorías y azúcares. The Independent advierte que algunas granolas comerciales contienen tanta azúcar como productos de repostería, lo que puede resultar en picos de glucosa, caídas de energía y hambre prematura.

Fuente original: ver aquí