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De Babette a Ratatouille: la gran comilona fílmica

La comida en el cine puede congregar familias, unir comunidades, encender pasiones y provocar escándalos. En este sentido, se presenta un menú degustación de películas que, además de entretener, despiertan las papilas gustativas.

La memoria a través de la gastronomía

“La comida preserva recuerdos, transmite saberes, construye identidad. Cada ingrediente encierra una historia, cada receta es un legado que atraviesa generaciones y se transforma sin perder su esencia. Por su poder evocador, el cine es la herramienta ideal para mantener viva esa memoria”, afirmaba recientemente Luca Cavadini, director artístico del Food Film Fest de Bérgamo. Este festival, en su duodécima edición, proyectó títulos relacionados con la gastronomía, entre catas de café y queso pecorino. Fuera de competición, la película que más resonó fue La Passion de Dodin Bouffant (El sabor de la vida), de Trần Anh Hùng, que confirma la sinergia entre cine y gastronomía, estimulando los sentidos de la audiencia.

Un festín cinematográfico

La historia de El festín de Babette, de Gabriel Axel, es un claro ejemplo de cómo la comida puede ser un acto de comunión. Esta adaptación del cuento de Karen Blixen narra la vida de una cocinera francesa que, tras huir de la Comuna de París, se establece en un pueblo danés donde, tras ganar la lotería, decide preparar un banquete francés para la comunidad que la acogió. Este acto de generosidad contrasta con la austeridad de su entorno y celebra la cocina como un medio de reconciliación.

Por su parte, Big Night (1996), dirigida por Stanley Tucci y Campbell Scott, muestra la historia de dos hermanos inmigrantes que buscan salvar su restaurante con un gran banquete, culminando en el emblemático timpano. En Comer, beber, amar (1994) de Ang Lee, el chef Chu se comunica con sus hijas a través de ágapes dominicales, reflejando afectos y tensiones familiares.

Comida y sensualidad en el cine

La película Tom Jones (1963) presenta una memorable escena donde dos personajes devoran un pollo con tal regodeo que la cena se convierte en una prefiguración erótica. En Tampopo (1985), la comedia explora el apetito como un rito erótico, mientras que en Como agua para chocolate (1992), las codornices en pétalos de rosa generan pasiones entre los comensales.

Asimismo, Chocolat (2000) muestra cómo la apertura de una chocolatería altera la rutina de un pueblo conservador. En contraste, María Antonieta (2006) de Sofía Coppola presenta un festín visual con delicias que desbordan el palacio de Versalles.

El amor en la comida

El clásico La dama y el vagabundo (1955) retrata un romántico beso entre dos perros que comparten un plato de espaguetis. En Ratatouille (2007), Remy, un ratón con talento culinario, busca ingredientes frescos y se convierte en el chef de un restaurante parisino, logrando emocionar a un crítico gastronómico con su ratatouille.

Finalmente, Sin reservas (2007) y Julie & Julia (2009) cierran este recorrido cinematográfico, mostrando el amor y la pasión por la cocina a través de sus protagonistas.

Este menú degustación, aunque no exhaustivo, ilustra cómo la cocina en el cine puede ser sátira, fetiche, rito familiar y pura felicidad, recordando que, como decía Gabriel García Márquez, “el amor es tan importante como la comida, pero no alimenta”.

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