En un concurso musical, el jurado debía elegir entre dos orquestas que tocarían de forma sucesiva. Tras escuchar a la primera, que lo hizo de manera desafinada y llena de fallos, decidió darle el premio a la segunda sin escucharla. Este recurso literario ilustra cómo algunas elecciones colectivas pueden errar al actuar impulsivamente, sin evaluar alternativas ni comparar consecuencias.
En 2023, los argentinos, cansados de la inflación, la pobreza y la corrupción, optaron por votar a Javier Milei, un outsider de la política cuyo discurso prometía un cambio radical. La población, descontenta con el terceto formado por Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa, prefirió arriesgarse con un candidato nuevo, quien logró alcanzar sus primeros objetivos y ofrecer una estabilidad olvidada, a pesar de los intentos de aquellos por obstaculizarla.
Actualmente, el dilema se presenta nuevamente. Con el fantasma de la inflación anual de tres dígitos disipado y una cierta normalidad restablecida, han surgido críticas hacia la gestión libertaria. A pesar de la reducción de la pobreza y la recuperación del poder adquisitivo, se cuestiona la falta de reactivación económica y se sospecha de corrupción que podría afectar la ética del gobierno al recortar gastos sociales en nombre de una cruzada moral.
En el clima preelectoral, criticar a Milei parece sencillo. Desde la derecha liberal se le reprochan errores y falta de respeto a las instituciones, mientras que el peronismo repite que los programas de ajuste y apertura económica suelen fracasar, beneficiando solo al capital financiero y perjudicando la producción y el empleo. Sin embargo, no mencionan que ellos mismos han contribuido a esa profecía autocumplida mediante alianzas con dirigentes sociales, gobernadores y empresarios corruptos.
Esta convergencia de críticas podría hacer aplicable la metáfora de las dos orquestas, ya que las objeciones a la gestión de Javier Milei se superponen con un diagnóstico de crisis que sigue siendo el mismo. En las próximas elecciones se evaluará si los votantes recuerdan cómo tocaba la primera orquesta y si están dispuestos a profundizar las transformaciones necesarias para hacer sostenibles los cambios que valoran.
No se puede regresar a planes de reactivación con emisión monetaria ni a aumentos de salarios por decreto, acompañados de controles de precios y cierre de importaciones. El problema de fondo persiste: un gasto público que asciende al 50% del PBI, con un déficit del 15% en 2023, y un sistema jubilatorio desfondado sin suficientes aportantes.
Las crecientes necesidades de financiación por derechos adquiridos y subsidios sin controles requieren una economía competitiva, la cual no existe actualmente. La baja productividad se debe a la falta de inversión y seguridad jurídica. Las próximas elecciones pueden mejorar la perspectiva de estabilidad institucional y reducir el riesgo país.
Es evidente que cualquier orquesta debería partir de un diagnóstico común y proponer soluciones racionales para encauzar al país. Sin reformas estructurales, ningún gobierno podrá ser viable, independientemente de su signo político.
Lamentablemente, en Argentina no ha surgido una tercera vía que combine progreso social con equilibrio fiscal y lógica de mercado, lo que permitiría una alternancia saludable en el poder, como en Uruguay.
Por ello, existe el temor de que, por cansancio o ignorancia, los votantes premien a la segunda orquesta, aumentando el poder de quienes fueron expulsados en 2023, en la errónea creencia de que la estabilidad está asegurada. Si esto ocurre, la reactivación se retrasará y una nueva orquesta intentará ganar el próximo concurso sin ser escuchada.
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