MAR DEL PLATA.- Patricia Kadgien asegura que, cuando a comienzos de la década del 90, incorporó el cuadro a la decoración de su casa, lo llamaban “El Monje” porque creían que era un retrato de un hombre religioso. “La obra que poseo y exhibí por más de 35 años era de mi padre y legítimamente poseída”, afirma Kadgien, imputada junto a su esposo por la tenencia y ocultamiento de este cuadro del siglo XVIII, que reclaman herederos de un galerista holandés, víctima de robo por parte del gobierno nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Ese cuadro, que la mujer y su marido ocultaron inicialmente, fue entregado por su abogado en la sede de la Fiscalía General Federal, y ahora está a disposición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para su custodia, según resolvió el juez de Garantías del caso, Santiago Inchausti.
Kadgien, acusada de encubrimiento de robo en contexto de genocidio, insiste en sus derechos sobre esta pieza, desconociendo su origen ilegal, y acaba de apelar la resolución de incompetencia de la Justicia civil ante su reclamo de derechos de herencia, frente a los reclamos de familiares del marchand Jacques Goudstikker, despojado de esa pintura hace más de 80 años. Ante tribunales bonaerenses, busca retener la obra en su poder.
La acusada no prestó declaración en la causa federal que lleva adelante el fiscal Carlos Martínez, donde afrontó casi tres días de prisión domiciliaria por obstrucción a la justicia. Solo presentó su versión en la demanda de declaración de certeza ante el Juzgado Civil y Comercial N°11, que se declaró incompetente y consideró que el caso debía continuar en la justicia federal.
Kadgien sostiene que el cuadro habría sido adquirido por Leonore Bertholdt, cuñada de su padre, Friedrich Gustav Kadgien, en el Museo Wallraf-Richartz de Colonia, Alemania, en 1943, presentando un recibo como prueba. La traducción del documento menciona varias obras de arte, incluyendo “Retrato femenino” y “Retrato masculino”.
La historia de la obra indica que, tras el fallecimiento de Bertholdt, pasó como herencia a su hermana y luego a su cónyuge, Friedrich Gustav Kadgien, quien estuvo vinculado a altos mandos del régimen nazi. Kadgien, quien se trasladó a Brasil y luego a Argentina, falleció en 1979.
Patricia Kadgien argumenta que el proceso de sucesión de la década del 80 distribuyó bienes entre herederos, incluyendo obras de arte de su padre. “Siempre supe que dicho cuadro era de mi padre”, señala. Desconocía que figurara en un listado de obras robadas en los Países Bajos.
Kadgien retiró el cuadro del living días antes de los allanamientos, tras recibir mensajes sobre un pedido de restitución a sus dueños originales. “Entendí que se trataba de una estafa virtual”, explica, y agregó que decidió sacar la casa de la venta y retirar todos los bienes de valor, incluyendo el cuadro.
El fundamento de su recurso ante la justicia civil es buscar certidumbre sobre sus derechos de propiedad de la obra. Kadgien afirma que su posesión ha sido pública y pacífica durante más de 35 años. Mientras tanto, “Retrato de dama” quedó a disposición de la Corte Suprema de la Nación, donde una heredera de Goudstikker ya ha signalado su intención de formalizar un reclamo de restitución.
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