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La apatía del votante debilita el sistema democrático

Por octavo año consecutivo, en 2023 se registró un descenso en el desempeño democrático global, la caída más prolongada desde que el International Institute for Democracy and Electoral Assistance (IDEA) comenzó a realizar sus registros. La participación electoral mundial se redujo al 55,5 % de los votantes, la cifra más baja desde el 65,2 % de 2008.

En Argentina, la tendencia a la deserción del votante se ha intensificado, lo que podría reflejarse en las elecciones de mañana en la provincia de Buenos Aires y en las nacionales de octubre.

En las ocho elecciones celebradas en el primer semestre del año, ninguna alcanzó el 70% de asistencia a las urnas, y en la mitad de ellas no se llegó al 60%. En distritos con gran cantidad de electores, como Santa Fe y CABA, la participación fue alarmantemente baja, con solo un 55,6% y un 53,3%, respectivamente, lo que representa un descenso de más de 20 puntos en ocho años. Este ausentismo sin precedentes evidencia el desánimo del electorado y su rechazo a la obligatoriedad de votar.


El arco político en su conjunto tira del mantel sin advertir que alimenta el malestar social


Desde la recuperación de la democracia hasta finales del siglo pasado, la participación superaba el 80% del padrón. En las legislativas de 2021, la participación fue del 71,6%, la más baja desde 1983. A pesar de que las elecciones de medio término suelen atraer menos interés que las presidenciales, la deserción electoral debería ser una señal de alarma para la dirigencia política.

Entre las causas del desinterés se encuentran el desdoblamiento electoral, que separa las votaciones de candidatos locales y nacionales; las candidaturas “testimoniales” de quienes no asumen los cargos; y el transfuguismo político, que permite a los legisladores cambiar de bloque tras ser electos. Estas prácticas desincentivan a la ciudadanía a acudir a las urnas.

La falta de una oferta electoral renovada, la ausencia de liderazgos claros y la fragmentación partidaria también contribuyen a la apatía de los electores. Además, la indiferencia ciudadana se ve exacerbada por posiciones extremas que relegan el debate de ideas y propuestas necesarias antes de las elecciones. Esto provoca un desplome en la participación y debilita el sistema democrático.

La desconexión entre la dirigencia política y la sociedad se hizo evidente en 2023 con la llegada de Javier Milei a la presidencia. Sin embargo, esto no parece haber sido una lección para quienes buscan mantenerse en el poder. Tanto la oposición como el oficialismo contribuyen a aumentar el malestar social.


Aunque no sea la única, el voto es una poderosa arma en manos de la ciudadanía


Algunos aspectos del declive democrático están relacionados con un intento de concentración de poder por parte del Ejecutivo, que busca asumir funciones de los poderes Legislativo y Judicial, debilitando las instituciones y restringiendo la libertad de expresión y de protesta. Esta apatía ciudadana facilita un avance autoritario.

Una democracia debilitada favorece la consolidación de tendencias autocráticas, donde los mecanismos de control se distorsionan. La utilización de facultades delegadas, decretos de necesidad y urgencia, y vetos sistemáticos a leyes promulgadas por el Parlamento alimentan el desgaste del sistema.

La profundización de estas señales podría provocar un récord de ausentismo en los comicios nacionales de octubre. La renovación parlamentaria, que modificará un tercio del Senado y la mitad de la Cámara Baja, definirá el reordenamiento de las fuerzas políticas hasta 2027.

Una baja participación en las elecciones legislativas afectará el funcionamiento del Parlamento, donde se debatirán reformas profundas que impactarán en la vida de millones de argentinos. La participación ciudadana en las elecciones intermedias será crucial para determinar el destino y la calidad de estas reformas. Aunque el voto no es la única forma de participación democrática, es una herramienta poderosa en manos de la ciudadanía.

En un contexto global convulso, el experimento argentino es observado con atención. El fenómeno libertario presenta una narrativa que busca destruir el Estado desde adentro. Fomentar el debilitamiento del sistema democrático, independientemente de quién lo promueva, representa un grave riesgo institucional a largo plazo.

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