Un cachorro fue encontrado en medio de una ruta de California, asustado y sin un destino claro. La ternura y la paciencia de los rescatistas cambiaron su vida para siempre. Stewie, de apenas un año, fue alertado por un ciudadano al Refugio para Animales del Condado de Orange, donde después de varios intentos, lograron atraparlo. El cachorro se resistía con desesperación, escondiéndose, como si llevara marcado en su corta vida un recuerdo de daño y abandono.
Al llegar al refugio, su temor no desapareció. Stewie permanecía pegado a las paredes, evitando el contacto humano. No aceptaba caricias ni permitía el uso de arnés o correa, al punto de lastimarse en sus intentos por escapar. Su único gesto de confianza era extender la pata delantera en busca de un mínimo contacto con quienes lo rodeaban.
Según Savanna Palmer, especialista en comportamiento animal, Stewie comenzó a relajarse cuando alguien lo sujetaba de las patas delanteras, lo que le permitía caminar sin sentir que estaba en peligro. Con el tiempo, permitió que le colocaran correa y aceptó paseos, siempre acompañado de su peculiar gesto de apoyo.
El personal del refugio aseguró que nunca había visto algo similar en otro perro. “Es adorable”, señalaron, destacando cómo un pequeño detalle se convirtió en la clave para abrir una puerta a la confianza.
La historia de Stewie también recuerda las huellas que el maltrato deja en los animales. El miedo, la timidez extrema o los comportamientos compulsivos son señales que deben ser atendidas y entendidas dentro de su contexto. Comprender estos comportamientos no significa justificar el daño, sino reconocer que detrás de cada mirada temerosa hay una historia de supervivencia que merece paciencia, cuidado y respeto.
Hoy, Stewie se encuentra en un hogar de acogida, rodeado de cuidados y paciencia. Allí comenzó a abrirse a la posibilidad de confiar y dejó atrás el eco del miedo para descubrir gestos de afecto que antes le resultaban ajenos. Desde el Refugio del Condado de Orange aseguran que tiene todo el potencial para convertirse en un gran compañero: noble, sensible y capaz de entregar tanto amor como el que recibe. Su historia, al igual que la de muchos perros, recuerda que incluso las heridas más profundas pueden sanar cuando encuentran un lugar seguro donde ser atendidas.
Stewie, aquel cachorro que un día solo levantaba una pata para pedir consuelo, ahora camina hacia la promesa de una vida distinta: la de ser, por fin, un perro amado.
Por María Paula Lozano
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