La historia comenzó el pasado 2 de septiembre, cuando Donald Trump afirmó que las fuerzas armadas de Estados Unidos habían ejecutado un ataque de precisión contra una embarcación “positivamente identificada” que transportaba drogas desde Venezuela y era operada por integrantes del Tren de Aragua, designados por Washington como narcoterroristas, con un saldo de once muertos según su propio relato.
Desde entonces, se han sucedido diversos acontecimientos.
El vídeo
Poco después, el mandatario amplificó el mensaje con un vídeo desclasificado a través de Truth Social que muestra la detonación de un misil al blanco en alta mar y una advertencia pública a futuros traficantes, mientras el secretario de Estado, Marco Rubio, corroboraba la caracterización de “golpe letal” contra un objetivo que habría zarpado de costas venezolanas.
Un alto funcionario de Defensa, citado en segundo plano, confirmó la acción como un ataque de precisión contra una “drug vessel”, en línea con el empleo conocido en la zona de lanchas rápidas de tres o cuatro fuerabordas utilizados para rutas de cocaína hacia el norte.
Contexto y marco político
El anuncio se producía días después de que Trump ordenara desplegar tres buques de la Marina en el Caribe para reforzar la interdicción de carteles frente a Venezuela, ampliando el rol del Pentágono en misiones tradicionalmente lideradas por la Guardia Costera.
El presidente ya había instruido a comienzos de año a preparar opciones de uso de la fuerza contra organizaciones criminales transnacionales tras declararlas como organizaciones terroristas extranjeras por orden ejecutiva, un encuadre que busca dotar de mayor flexibilidad legal a operaciones cinéticas extraterritoriales. En paralelo, el Tesoro sancionó al llamado Cártel de los Soles como entidad terrorista global especialmente designada, consolidando un andamiaje de presión financiera y de seguridad.
Caracas responde
Poco después, Nicolás Maduro, a quien Estados Unidos considera un gobernante ilegítimo por fraude electoral, violaciones de derechos humanos y narcotráfico, advirtió que Rubio empujaba a Trump hacia la guerra, prometiendo resistencia si Venezuela es atacada, y calificando la acumulación militar estadounidense como “la mayor amenaza que ha visto nuestro continente en 100 años”.
Aunque el Gobierno venezolano no reaccionó de inmediato al ataque concreto, el tono marcial y la doctrina de “defensa del territorio” enunciada por Maduro elevaron el listón político y aumentaron el riesgo de incidentes de escalada narrativa o operativa en un entorno marítimo denso y de jurisdicciones complejas.
La norma vs la fuerza letal
Ocurría, además, otro problema. Recordaba The Wall Street Journal que la expansión del protagonismo del Pentágono contrastaba con los procedimientos estándar de la Guardia Costera, descritos por el ex embajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley: identificación, órdenes de parada, prioridad por preservar la vida, neutralización de motores con tiradores de calibre .50 desde helicópteros si la embarcación intenta huir y abordaje para verificar carga.
Según dicha doctrina, el empleo de fuego letal directo no es la norma salvo en legítima defensa. De ahí que la destrucción cinética de una lancha sospechosa, sin la secuencia típica de “interdicción y abordaje”, represente un salto cualitativo en las normas de actuación y en la señal emitida a redes criminales y a los Estados que las cobijan.
El vídeo pasa a sospechoso
El clip, que Trump presentó como prueba de la eficacia de su estrategia antidrogas y como advertencia al crimen organizado, pasó a protagonista al ser rápidamente cuestionado por Caracas.
Freddy Ñáñez, ministro de Comunicación venezolano, acusaba en las redes al mandatario de difundir imágenes “generadas por inteligencia artificial”, señalando la estética “casi caricaturesca” de la explosión, los artefactos visuales y el agua con un aspecto artificial, característicos de producciones sintéticas. Lo hacía con un estudio igualmente dudoso. A saber: le preguntó a la IA de Google, Gemini, qué le parecía la secuencia, y ésta respondía tras un análisis que “era muy probable” que hubiera sido creada generada por IA.
Las dudas a la operación
De nuevo, Trump aseguró que los tripulantes del barco pertenecían al Tren de Aragua. Sin embargo, la veracidad del material quedó en entredicho. Reuters indicó que no halló pruebas concluyentes de manipulación, aunque sigue revisando el vídeo como parte de su proceso de verificación.
Más allá del debate técnico, expertos en seguridad expresaron las mismas reservas sobre la actuación que las expuestas por Feeley, recordando que las prácticas habituales de la Guardia Costera buscan preservar vidas y rara vez se abren fuego contra embarcaciones sospechosas, dado que la mayoría de las tripulaciones se rinden sin resistencia.
Mensaje en clave electoral
Plus: el episodio ha adquirido mayor relevancia por el contexto en que se produjo: era la primera aparición pública de Trump en una semana, en medio de especulaciones sobre su estado de salud a los 79 años.
El vídeo se convirtió en un instrumento propagandístico más que en un parte militar, utilizado por el presidente y sus principales ministros para subrayar su mano dura contra el narcotráfico. El mensaje que acompañaba al clip en Truth Social, escrito con el estilo desmesurado habitual de Trump, reforzaba el tono intimidatorio hacia cualquier intento de introducir drogas en Estados Unidos.
La sombra de la IA
Además, la polémica se ha extendido al terreno más amplio de la manipulación digital. Ñáñez insistió en que la pieza era una creación artificial destinada a fabricar una victoria mediática, mientras que, en paralelo, el propio Trump contribuyó a la confusión al descalificar como “probablemente generada por IA” otra grabación viral que mostraba supuestos objetos arrojados por una ventana de la Casa Blanca, pese a que el propio Ejecutivo había explicado que se trataba de un contratista realizando labores de mantenimiento.
La contradicción alimentó la percepción de un presidente dispuesto a utilizar la ambigüedad tecnológica para moldear el relato político.
Aparecen dos cazas
En las últimas horas la tensión ha aumentado. El Pentágono confirmó que dos cazas venezolanos F-16 se aproximaron al destructor estadounidense USS Jason Dunham, un buque clase Arleigh Burke desplegado en el Caribe como parte de la campaña de interdicción contra el narcotráfico.
Washington subrayó que el navío se encontraba en aguas internacionales y advirtió a Caracas contra cualquier intento de “oscurecer, disuadir o interferir” en las operaciones estadounidenses. El episodio ha ocurrido apenas unos días después de la ofensiva a la lancha, lo que confiere a la maniobra aérea el carácter de respuesta política y simbólica de Maduro frente a la presión militar estadounidense.
Señal venezolana
Los analistas recordaban esta mañana que los F-16 venezolanos, versiones A/B adquiridas en los años ochenta a la propia Fuerza Aérea de Estados Unidos, fueron presentados como parte de un “show of force” en un momento de tensión máxima.
Venezuela mantiene en inventario un número reducido de estas aeronaves, cuyo mantenimiento se ha visto dificultado por sanciones y carencias logísticas, lo que convierte su aparición en un gesto calculado más que en una amenaza operativa real. Al sobrevolar o aproximarse a un destructor avanzado, Caracas busca enviar un mensaje de resistencia soberana y proyectar la idea de que no cederá terreno en su espacio regional pese a la abrumadora superioridad naval y aérea de Estados Unidos.
Una nueva guerra informativa
En resumen, el episodio revela cómo la frontera entre operaciones reales y narrativas fabricadas se difumina en tiempos de inteligencia artificial y propaganda. Mientras se discute si el vídeo es auténtico o no, el efecto buscado ya se ha conseguido: proyectar a Trump como un líder implacable frente al crimen transnacional y desviar la atención hacia un terreno donde el control de la imagen vale tanto como el control de los hechos.
En un año marcado por tensiones electorales y cuestionamientos internos sobre su capacidad de gobernar, el presidente recurre a la tecnología emergente y a la teatralización de la violencia como armas políticas, en un escenario donde la verdad se vuelve un terreno de disputa tan estratégico como cualquier campo de batalla.
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