Virginia Escribano, tras más de veinte años en el negocio de la decoración en el Centro, decidió cambiar el rumbo de su vida y establecer un proyecto personal en Escobar. Su historia comienza cuando, en un momento de crisis, alquiló una quinta en las afueras y descubrió un camino hacia un estilo de vida más conectado con la naturaleza.
Un nuevo comienzo
“Un día, agarré un cuadernito para plasmar ideas y dibujé una puerta redonda. No sé de dónde salió, pero me imaginaba un lugar diferente: un hogar de cuentos, un refugio que nos cobijara”, comenta Escribano, quien estuvo a cargo de “Aires de Bohemia”, una tienda y escuela de oficios reconocida en la escena de decoración porteña.
La búsqueda de un estilo de vida más saludable la llevó a adquirir un lote en un barrio permacultural, donde pudo redefinir su concepto de confort. “Empecé a valorar otras cosas y priorizar más el bienestar: un mate al sol de la mañana, caminar por calles de tierra, estar en contacto con las estaciones”, explica.
Diseño y funcionalidad
La casa, construida con técnicas sostenibles, se ha convertido en un espacio donde la naturaleza y el diseño se entrelazan. “Cada revoque es diferente, hay rajaduras, la casa está viva y siempre demanda atención. Vivir acá nos obliga a involucrarnos con el día a día. La casa es nuestro estilo de vida”, afirma Escribano.
La cocina, ubicada en el centro de la casa, es uno de los espacios más destacados. “No es sólo una cocina integrada: es el ambiente principal. Quería que todos los ambientes desembocaran acá”, señala. La arquitecta ha incorporado elementos que permiten una conexión constante con el exterior, como ventanas cenitales y un jardín interior.
Virginia también ha comenzado a ofrecer talleres de arquitectura sustentable y permacultura, compartiendo sus experiencias y aprendizajes con aquellos interesados en un estilo de vida similar. “Al reinventar mi vida, decidí que mi lugar de trabajo sea éste”, concluye.
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