CORRIENTES.- El debate por la candidatura de Juan Pablo Valdés, hermano del gobernador Gustavo Valdés, ha puesto de nuevo en el centro de la discusión un fenómeno recurrente en la política argentina: el nepotismo, que se refiere a la designación o promoción de familiares en la función pública.
Más allá de la controversia, esta práctica tiene sus orígenes en la Antigua Grecia y se mantiene en diversos niveles del Estado. Aunque es criticada en el ámbito institucional, a menudo es aceptada socialmente bajo la premisa de confianza y continuidad.
Según la Real Academia Española, el nepotismo es la “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”. El término proviene de la palabra italiana “nepote” o “nipote”, que significa “sobrino”, y se relaciona con la tradición medieval de los Papas que nombraban a familiares como cardenales.
La propuesta oficialista de que Juan Pablo suceda a su hermano en la gobernación ha sido interpretada por la oposición como un intento de consolidar una “dinastía provincial”. Juan Pablo Valdés no solo es el hermano del actual gobernador, sino que también proviene de un linaje político que incluye a su madre peronista y a su padre y tío radicales con trayectorias en el gobierno local y provincial.
Este fenómeno no es aislado ni novedoso. La elite política de Corrientes se ha conformado desde el siglo XIX, a partir de las llamadas familias patricias, descendientes de los primeros pobladores. La historiadora Marimar Solis Carnicer señala que entre 1821 y 1945, Corrientes fue gobernada en un 76% por descendientes de apenas diez personas.
Con la llegada del peronismo, se abrió una segunda etapa en la que se redujo el número de familias dominantes, pero el poder se concentró aún más en cuatro clanes: Romero Feris, Casajús, Torrent y Díaz Colodrero. Las luchas políticas en Corrientes han estado marcadas por la alternancia de estos grupos familiares en el poder.
Los casos de nepotismo en Corrientes son solo un reflejo de una práctica extendida en muchas provincias argentinas. En San Luis, la familia Rodríguez Saá gobernó durante décadas, mientras que en Santiago del Estero, el “juarismo” de Carlos Juárez se mantuvo a través de mandatos sucesivos. La intervención federal en estas provincias ha perpetuado la continuidad de estas dinastías políticas.
En el ámbito nacional, el nepotismo también ha sido un tema recurrente. Durante el kirchnerismo, la sucesión de Néstor y Cristina Kirchner fue criticada como un ejemplo de concentración familiar del poder. Asimismo, el expresidente Carlos Menem enfrentó cuestionamientos por nombrar a allegados en cargos clave.
Recientemente, el presidente Javier Milei derogó un decreto que prohibía la designación de familiares en el Poder Ejecutivo, permitiendo la incorporación de su hermana Karina Milei como secretaria general de la Presidencia. Esta decisión ha reavivado el debate sobre el nepotismo en la política argentina.
La persistencia de esta práctica revela una tensión entre la crítica institucional y la aceptación social, lo que explica por qué los apellidos familiares continúan ocupando un lugar central en la vida política del país.
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