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Esteban Gómez recuerda su vida en el rugby y su paso por Sumo

Esteban Fabio Gómez repasa su vida. Tras una hora y media de conversación, sintetiza: “El rugby me dio todo. Trabajo con el rugby, muchos de mis amigos son por el rugby… Y me corrigió, más cuando fui a Europa. Por este deporte soy la persona que soy, tengo la familia que tengo. Si no fuera por el rugby, la verdad no sé qué estaría haciendo”. Y la confesión posterior exhibe un aspecto impensado en el perfil de este genial medio-scrum de mediados de los 80 en Banco Nación y los Pumas. “Yo era plomo de Sumo, la banda de Luca Prodan. Y de no ser por el rugby, capaz que ahora me encontrabas tocando un instrumento en alguna banda”, revela con una sonrisa.

-¿Lo conociste a Luca Prodan?

-Claro. A Luca, a Diego Arnedo, al manager Timmy… Yo iba al colegio con Nacho Daffunchio, el hermano de Germán Daffunchio, de Sumo, y todavía somos amigos. Tenía 17 años, ni registro había sacado y Timmy McKern, el Inglés, nos ofreció un laburo: nos propuso, a Nacho y a mí, llevar los equipos. Íbamos con una camioneta Chevrolet verde, de mi padrino, que decía Sumo… Y nos pagaban. Los llevábamos a todas partes, después se sumó mi hermano Grillo, tres años más grande, a quien le decían así porque era terrible. Terminábamos de guardar todas las cosas, como a las siete de la mañana, en la cueva de El Palomar, y sin dormir me iba a jugar al rugby. Después, cuando empecé en la Primera, no lo hice más.

-Debés tener varias anécdotas con Luca.

-Sí, ahora te cuento.

A Fabio, el Aguja, nacido el 13 de julio de 1965, todo le pasó rápidamente: la Primera de su club, la llegada al seleccionado, el Mundial, el salto al profesionalismo y la mudanza a Italia con 23 años, recién casado y con una beba… El adolescente conocido de Luca Prodan se convirtió en una celebridad del rugby, en un prócer de Banco Nación, junto a la camada de grandes valores que, de la mano de Hugo Porta, fueron campeones divirtiendo a propios y extraños con la plasticidad de su juego.

-¿Por qué te echaron?

-Vivíamos en el club y hacíamos lío todo el tiempo. Nos dejaban a las 8 de la mañana y nos buscaban a las 2 del otro día. Y hacíamos un desastre, ja, ja. Todos, pero nos agarraron a cuatro: a mí hermano, a dos chicos más y a mí. Ya nos habían suspendido varias veces, entonces nos expulsaron.

-¿Siempre fuiste medio-scrum?

-No. Al principio jugaba de centro y como no se la pasaba a nadie, Martín Cesarsky me puso de medio-scrum, ja, ja. Recién en juvenil menor pasé de 9. Justo entonces me echan. Me voy a jugar tres años a Pueyrredón. En Puey conozco al Negro Scoscería, que es íntimo amigo mío, a José Zanoni, que falleció; a Martín Aguad, a Hernán García Simón y otros. Después me levantaron la sanción y volví en menores de 19. Jugué un año y medio, y al otro, pasé al plantel superior.

-¿Te fuiste a Pueyrredón con la idea de volver a Banco?

-Sí, tenía ganas de volver. Mientras estaba en Pueyrredón, iba a Banco y esperaba a mis amigos afuera para hacer algo. Encima me había mudado de Núñez a Morón y estaba lejos de todo. Pueyrredón es mi segundo club, tengo muy buena onda con ellos.

-¿Te destacabas de chico?

-Me decían que era buenísimo, pero a la edad de Pumitas jugaba en Pueyrredón y el entrenador era el mismo de Puey y como yo era rebelde, nunca me quiso llamar. Y a los 19 me convocan a los Pumas. Eso fue en el 85, yo ya estaba de nuevo en Banco. Debuté en la Primera contra el CASI y de fullback. Es que de medio-scrum estaban Viti Contardi y Ramiro Erhman, dos jugadorazos. Nos sacábamos chispas para ver quién jugaba.

-¿Qué recordás del partido Banco-Inglaterra, en Vélez?

-Fuimos a jugar como si nada. Éramos jóvenes, creo que sólo Hugo estaba nervioso. Nos concentramos en la quinta de Adidas, en Tortuguitas, y nos cagamos de risa. El 14 de julio es el día del rugby en Banco. Y yo cumplo años el 13. Estaba por terminar el partido y le dije a Hugo: “Le estamos ganando a Inglaterra”. Y me responde serio. “Aguja, todavía no terminó”. Faltaban 5 minutos y me puse a llorar.

Fabio está casado con Doris y tienen cinco hijos. “Aileen de 35, que vive en Córdoba con Martin y su hijo Clemente, de 4. Mi nieto es fanático del rugby. Sabe cómo son los botines de Matera y de todos. ‘Nico Anchez no juega más’, me cuenta, ja, ja, ja. Y espera que vuelva a jugar Emiliano Boffeli, su amigo, dice Clemente. Mattías de 32, es chef, jugó al rugby y vive en Valencia con Abril, su mujer. Pía de 30, quien vive en Castelar. Santiago de 23, quien dejó el rugby en la pandemia, cuando debía sumarse al plantel superior. Le agarró algo al corazón y se hizo ver, por eso digo que la pandemia a él le salvó la vida. Ahora vive en Pádova y trabaja conmigo en la agencia E.F.G. Sport. Y finalmente, Mercedes de 20, que vive con nosotros.

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