La casa de 1085 m2, ubicada en uno de los barrios privados más exclusivos de Jalisco, Guadalajara, destaca por su diseño modernista. Su construcción, interiorismo y paisajismo tomaron dos años en completarse.
La arquitecta Paulina Pesqueira, responsable del interiorismo, afirmó que el proyecto fue un desafío debido a los cambios de opinión del cliente, Andrés Escobar, quien es también el arquitecto detrás del diseño. “La casa es muy introspectiva, con una apariencia sobria por fuera, pero que sorprende al entrar con sus juegos de muros de concreto y volúmenes negros”, comentó.
La cerámica mayólica, conocida en México como talavera, se utilizó en el techo para replicar un espejo de agua invertido. Además, la pigmentación del concreto rosado fue especialmente diseñada para este proyecto, en línea con el color favorito del propietario.
La casa incorpora materiales naturales y locales, como cerámicos y piedras volcánicas, que son representativos de la región. Los pisos están hechos de maderas de roble y nogal, elegidas por su resistencia.
En el diseño de las habitaciones se buscó un estilo de hotel boutique, con atención a la reducción de sonido mediante paneles de lana, creando un ambiente acogedor. Los espacios están decorados con una colección de muebles y antigüedades de Escobar, así como piezas de arte sacro de su esposa, que aportan un toque especial a la decoración.
La casa también cuenta con una escalera en espiral y un ascensor, pensado para facilitar el acceso en el futuro. El jardín fue diseñado con caminos de losas de concreto y plantas autóctonas, enfatizando la conexión con la naturaleza.
Pesqueira destacó que el proyecto permitió a los proveedores experimentar con materiales y técnicas, lo que resultó en una producción local apreciada por todos los involucrados. “La casa es un espacio que se puede disfrutar durante muchos años sin perder su esencia”, concluyó.
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