Mantener en buen estado las bacterias que habitan en el intestino es fundamental para la salud. En la última década, se ha investigado la relación entre la microbiota y otras partes del organismo. Un nuevo estudio ha revelado la conexión entre la salud digestiva y metabólica y el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y el parkinson.
Un estudio que ha usado datos de todo tipo. La investigación, publicada en Science Advances, no solo identifica trastornos específicos que aumentan el riesgo de estas enfermedades, sino que demuestra que estas señales pueden detectarse hasta 15 años antes del diagnóstico neurológico, abriendo una nueva vía para la detección temprana y la prevención.
El trabajo analizó datos clínicos, genéticos y proteómicos de cientos de miles de personas de biobancos como el UK Biobank, FinnGen y SAIL, y refuerza la importancia del eje intestino-cerebro, la red que conecta el sistema digestivo con el nervioso central.
Trastornos digestivos y Alzheimer. Los investigadores estudiaron 155 trastornos digestivos, endocrinos, metabólicos y nutricionales en relación con el riesgo de alzhéimer y parkinson. Para el alzhéimer, se encontró que diagnósticos previos de las siguientes condiciones aumentaban significativamente el riesgo:
- Gastritis y duodenitis
- Enfermedad por reflujo esofágico (esofagitis)
- Diabetes (todos los tipos)
- Deficiencia de vitamina D
- Trastornos de los electrolitos y el equilibrio ácido-base
- Trastornos intestinales funcionales (como el síndrome del intestino irritable)
También hay señales de alerta para el Parkinson. En este caso, las patologías que podían ser una señal de alerta para esta enfermedad incluyen:
- Dispepsia (indigestión)
- Diabetes (dependiente e independiente de la insulina)
- Trastornos intestinales funcionales
La importancia de ser un estudio estratificado. Esto significa que los datos se dividieron en ventanas de 1 a 5, 5 a 10 y 10 a 15 años antes del diagnóstico. Los investigadores confirmaron que el aumento del riesgo no ocurre justo después de la aparición de los primeros síntomas neurológicos, sino que es un proceso que se desarrolla a lo largo de más de una década.
Por ejemplo, un diagnóstico de diabetes no insulinodependiente entre 10 y 15 años antes se asoció con un riesgo un 71% mayor de desarrollar alzhéimer.
La importancia de un diagnóstico precoz. Diagnosticar una enfermedad neurodegenerativa con antelación es crucial para evitar sus efectos más adversos. Aunque el alzhéimer es actualmente incurable, existen fármacos que pueden frenar su avance. Por ello, un diagnóstico temprano permite iniciar el tratamiento oportuno y dificultar su progresión.
También tiene funciones de protección. Curiosamente, un diagnóstico de hemorroides se asoció con un riesgo menor de alzhéimer. Los autores sugieren que esto podría deberse a un sesgo de supervivencia, ya que las condiciones graves asociadas con las hemorroides podrían tener una tasa de mortalidad más alta, reduciendo la probabilidad de que esos pacientes vivan lo suficiente para ser diagnosticados con alzhéimer.
¿Genética o estilo de vida? Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio se relaciona con la genética. Los investigadores calcularon las puntuaciones de riesgo poligénico (PRS) y las compararon. Descubrieron que los pacientes que desarrollaron alzhéimer o parkinson y que también tenían trastornos digestivos o metabólicos, en promedio, tenían una puntuación de riesgo genético más baja que aquellos que desarrollaron la enfermedad neurológica de forma aislada.
La herencia no importa tanto. Estos resultados indican que las comorbilidades intestinales, junto con los factores ambientales y de estilo de vida, juegan un papel más determinante en el desarrollo del alzhéimer o el parkinson que la herencia genética.
Hacia un modelo predictivo multimodal. El estudio ha permitido crear un modelo de predicción multimodal que combina datos clínicos, genéticos, proteómicos y demográficos. Este modelo mostró una capacidad predictiva superior a la de cualquier paradigma individual, alcanzando una precisión del 0,90 para el alzhéimer.
Un diagnóstico basado en una analítica. Entre los biomarcadores más influyentes se encontraron la proteína acídica fibrilar glial (GFAP) y el neurofilamento de cadena ligera (NFL), indicadores del daño neuronal. Este enfoque demuestra que la integración de diferentes “ómicas” con datos clínicos es el camino hacia una detección temprana y personalizada, antes de que aparezcan síntomas cognitivos o motores irreversibles.
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