El aumento de la temperatura durante el verano provoca que al realizar ejercicio, la frecuencia cardiaca se eleve a cifras que no siempre corresponden con el esfuerzo físico. Este fenómeno es una respuesta del cuerpo ante el calor y el ejercicio, lo que hace necesario entender su fisiología para evitar riesgos para la salud.
Hacer ejercicio en verano es un gran reto. Durante esta época, el cuerpo debe atender dos demandas: los músculos requieren energía en forma de ATP para contraerse, un proceso que solo aprovecha entre el 20 y 25% de la energía producida, liberando el 80% restante en forma de calor. Si este calor no se disipa adecuadamente, la temperatura corporal puede elevarse en 1 ºC cada 5-10 minutos.
Cómo evitarlo. Para prevenir el sobrecalentamiento, el hipotálamo activa mecanismos de enfriamiento, como bombear sangre caliente hacia la piel, lo que provoca que el pulso se dispare. Este aumento en la frecuencia cardiaca es una respuesta crítica al estrés al que está sometido el cuerpo.
El organismo tiene que ir compensando. Es fundamental lograr un equilibrio, ya que el sistema no puede manejar simultáneamente el ejercicio intenso y el calor extremo. Cuando se lleva al límite, el cuerpo debe decidir entre reducir el flujo sanguíneo a los músculos o comprometer la disipación de calor, lo que puede resultar en un aumento peligroso de la temperatura corporal.
Comprender esta negociación interna es clave para reconocer que entrenar en verano implica más que solo fuerza de voluntad.
La piel se convierte en un radiador gigante. La vasodilatación es la primera respuesta del cuerpo al calor, lo que aumenta el flujo sanguíneo hacia la piel, permitiendo la disipación del calor. En reposo, el flujo sanguíneo cutáneo es de aproximadamente 300 mL/min, pero durante el ejercicio intenso en condiciones calurosas, puede aumentar a 7 u 8 litros por minuto, representando entre el 50 y el 70% del gasto cardiaco.
El corazón acelera para compensar. La apertura de los vasos sanguíneos en la piel obliga al corazón a activar un mecanismo compensatorio que aumenta la frecuencia cardiaca, asegurando que los órganos reciban suficiente sangre y manteniendo la presión arterial a pesar de la baja resistencia periférica.
Este aumento en la frecuencia cardiaca es una respuesta neural rápida, anticipándose al calor y preparando al sistema cardiovascular para el esfuerzo termorregulador.
La clave está en la deriva cardiovascular. Los deportistas que entrenan con pulsómetros en verano notan que, aunque mantienen un ritmo constante, la frecuencia cardiaca aumenta progresivamente. Este fenómeno, conocido como ‘deriva cardiovascular’, se debe a la vasodilatación y la deshidratación, que reducen el retorno venoso y, por ende, la cantidad de sangre que el corazón bombea en cada latido.
El aumento de pulso por grado centígrado. Estudios indican que en condiciones de calor seco, la frecuencia cardiaca aumenta aproximadamente un latido por minuto por cada grado Celsius de aumento de temperatura. En condiciones de calor húmedo, este aumento puede ser de 2 a 4 latidos por minuto por cada grado Celsius.
Por ejemplo, hacer ejercicio a 34 °C en un clima seco podría resultar en un aumento de unos 10 latidos por minuto, mientras que en un ambiente húmedo, el aumento podría oscilar entre 20 y 40 latidos por minuto.
La humedad es el peor enemigo de la refrigeración natural. Aunque la vasodilatación ayuda a llevar el calor a la piel, la evaporación del sudor es el principal mecanismo para eliminar el calor. La alta humedad disminuye este proceso, dificultando la evaporación y, por lo tanto, impidiendo que el cuerpo se enfríe adecuadamente.
Tu cerebro puede frenar por seguridad. El calor incrementa la Percepción Subjetiva del Esfuerzo (RPE), haciendo que el ejercicio se sienta más duro. El cerebro procesa señales sobre la frecuencia cardiaca, la temperatura y el estado de hidratación, y puede aumentar la sensación de esfuerzo para proteger al cuerpo, a veces incluso antes de que se alcance un punto peligroso.
Golpe de calor por esfuerzo: una emergencia médica. El agotamiento por calor es una señal de alarma, mientras que el golpe de calor por esfuerzo puede ser mortal y requiere atención inmediata. Los síntomas incluyen vómitos, convulsiones y dificultad para respirar. Es crucial detener la actividad y rehidratarse al primer signo de agotamiento.
España es un país de riesgo. Las altas temperaturas son cada vez más comunes en España, donde nueve de los diez pueblos más cálidos de Europa se encuentran. Las olas de calor son frecuentes y deben ser consideradas por todos los deportistas en el país.
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