Nadie puede decir que la política no se renueva. Aunque perduren antiguos ejemplares, los nuevos están presentes en lugares destacados en las listas de candidatos, con ingreso casi asegurado al Congreso. Estos candidatos carecen de experiencia legislativa, no han ocupado cargos previos y no tienen antecedentes en la política ni interés conocido por la cosa pública, pero sí poseen vidas muy públicas, que ostentan con orgullo. ¿Es esta la oferta que la demanda ciudadana espera?
Un gobernador que se alió al Gobierno y que recientemente fue obligado a aceptar a un candidato que prefería lejos, concluyó: “La sociedad probó con todos los médicos y estamos en terapia intensiva, así que ahora optó por el curandero”. Esto se decía en referencia al triunfo presidencial de Javier Milei. ¿Seguirá pensando igual? ¿Es mejor elegir a famosos sin currículum que a conocidos con demasiada trayectoria? La política parece optar por fieles que aporten manos antes que ideas propias. Esta tendencia no es exclusiva del actual oficialismo, ni es algo novedoso. Los finales de ciclo suelen ser así. El Congreso promete nuevos espectáculos, y el show va a continuar, recargado. “Lo enfrentaré con una sonrisa. Nunca me daré por vencido”, canta Freddy Mercury en “The show must go on”. Precisamente.
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