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Un padre y su hija restauran un jeep IKA en dos semanas durante las vacaciones

El primer auto, para quien le gustan los “fierros”, nunca se olvida. Pablo Laffaye tenía 23 años cuando compró un jeep IKA (Industrias Kaiser Argentina) del año 1974, color rojo. Fue su primer auto, pero ya tenía experiencia con los motores: desde chico trabajaba codo a codo con su padre cuando se quedaban en la ruta, y juntos salían de cualquier situación.

22 años más tarde, el jeep IKA —que lo acompañó en todo momento— dio su último viaje y quedó parado, a la espera de un trabajo general de motor, que le permitiera volver a la vida con dignidad. Pablo esperó a las vacaciones de invierno 2025 para sacar y arreglar el motor con Lila, su hija de 13 años. El dúo se encaminó en una carrera con muchas idas y vueltas, que permitió darle utilidad al jeep otra vez. Todo el proyecto quedó inmortalizado en el Instagram de Pablo, donde los videos del trabajo en conjunto generaron ovación en sus más de 160.000 seguidores.

Las manos curtidas y las manos pequeñas y jóvenes se mezclan en los contenidos de Instagram que sube junto a Lila, “camarógrafa, muchas veces, y, otras, compañera de aventuras”, se sincera Pablo. Su contenido desde hace varios años tiene miles de vistas, pero estas vacaciones de invierno, volvió a hacerse viral por el proyecto de desarmar, arreglar y poner en funcionamiento el motor del IKA en las dos semanas del receso escolar. Laffaye cuenta para LA NACION todos los detalles sobre este trabajo padre e hija.

La vida en el campo y el poder “darse maña”

Pablo Laffaye se mudó al campo antes de que naciera Lila. “Quería darle una vida mejor”, afirma y admite que ya no disfrutaba de la ciudad. “El campo no es cómodo, pero estoy a gusto“, explica y luego dispara una advertencia: ”Es muy bonito, como decía Ricardo Iorio, pero después te dice ‘tomá’, porque acá hay que arreglárselas con lo que hay”.

En una vida que cataloga como “menos consumista”, Pablo y su familia tomaron un camino distinto, donde un viejo colectivo de larga distancia modificado es su “casa”, y donde los paneles solares dan luz y las garrafas bien guardadas aportan el gas necesario para vivir. Además, le gustan los autos clásicos, principalmente porque ante una falla o un problema “es cuestión de mirar, entender y arreglártelas para volver a andar”, asegura. En cambio, “ahora los autos son todas computadoras y, si no conocés del tema, no podés hacer nada”, señala.

Pablo adscribe a la teoría de que si tuviera que pagar por todos los quehaceres domésticos, como cortar el pasto, limpiar la casa y arreglar el auto, tendría que trabajar incontables horas, lo que significaría estar lejos de su familia. Ese estilo de vida es el que busca evitar a toda costa, así que se da maña él mismo: si se rompe algo, lo arregla.

Además, la filosofía de hacer todo con sus propias manos es, también, una oportunidad de encuentro: “Comparto tiempo con mi familia y aprendemos todos. Siempre tenemos nuevos desafíos.”

La mecánica: un vínculo que pasa de generación en generación

Los mejores recuerdos con mi viejo los tengo tirados abajo del auto en mitad de la ruta”, recuerda Pablo al teléfono, con el ruido de las pisadas en el pasto seco de fondo. Luego, continúa: “Mi viejo veía un auto que era chatarra, lo compraba y nos decía ‘yo lo voy a arreglar’, cosa que nunca pasaba”. Entonces, Pablo narra que con esos autos “chatarra” se iban de viaje, por ejemplo, de Quilmes, donde nació y creció, hasta Córdoba, y se quedaban parados en mitad de la ruta.

Se nos rompía el auto siempre, así que había que resolver con lo que teníamos”, define. “Eso era un trabajo en equipo, porque teníamos que poner los dos el 100% para poder salir de esa situación con lo que había. Ahí se iban todas las diferencias, todos los enojos, todas las peleas, teníamos que resolver eso y seguir camino”.

Estos primeros pasos en la mecánica, que después profesionalizó en la universidad, dado que es técnico mecánico, lo llevaron a compartirle la pasión a su hija Lila, a modo de instrucción mecánica, de enseñanza para valorar las posesiones y, principalmente, una oportunidad para pasar mucho tiempo juntos.

El proyecto padre-hija para reparar el jeep IKA en las vacaciones de invierno

“La serie jeep IKA”, como denominaron el proceso de reparación del vehículo, que filmaron y publicaron por partes en Instagram, fue un trabajo que duró las dos semanas del receso escolar y tuvo tanto a Pablo como a Lila en primera plana. Él, con su voz amable, le explica a su hija, video a video, qué es cada parte, cómo se arma y qué detalles hay que tener en cuenta: todo lo que solamente la experiencia enseña. Lila, apasionada, siempre le lleva el ritmo, y aprende y ayuda a su padre con sus propias manos.

¡Se viene lo bueno!”, se le escucha decir a la pequeña en el video donde presentan el proyecto. Su padre le responde: “O lo malo, no sabemos cómo está adentro”. “Bueno, pero ya terminamos con los tornillos [de tapa de válvulas]”, recrimina Lila, seguramente con las manos trémulas.

En las dos semanas de vacaciones de invierno, donde Lila no tuvo que ir a la escuela, Pablo y ella lograron desarmar el motor IKA, mandarlo a rectificar, cambiarle las piezas que estaban gastadas o rotas y volver a ponerlo en su lugar. Tuvieron tanto contratiempos como días de muchos aciertos. Reemplazaron partes elementales para el correcto funcionamiento del motor (como las juntas, o los aros de los pistones) e inventaron algunas piezas para resolver problemas típicos de estos autos, como las pérdidas de aceite. Finalmente, volvieron a armar el motor y lo colocaron otra vez en la carrocería. Si bien no lograron prender el jeep al primer intento, que se pudo ver en un video en vivo, sí lo encendieron en el segundo, transmitido de la misma forma.

Pablo no promociona marcas o cuentas en su Instagram. Ese no es su objetivo. Lo que él quiere es expandir los conocimientos: “Lo que das, después vuelve multiplicado”, reflexiona.

En su experiencia, siempre positiva, existen los usuarios en las redes sociales que ayudan con un problema, le acercan piezas que necesita —a un precio accesible—, lo acompañan en sus osadías cotidianas. Las redes, para él, no son un espacio de comparación con el otro, de entretenimiento o de discusión, sino más bien una oportunidad para generar comunidad.

Fuente original: ver aquí